Muchas veces evitamos a toda
costa que las personas que son importantes en nuestras vidas, se rompan en
pedazos, inclusive si esto tiene como costo a pagar quebrarnos a nosotros
mismos. Esto solemos hacerlo porque se nos hace más sencillo manejar nuestro dolor
que el dolor de quienes amamos y queremos evitarles cualquier herida, cualquier
sufrimiento.
Esto pasa una factura muy
alta a nuestras vidas, nos llena de cicatrices que quizás no nos corresponda
llevar. Está bien evitar en la medida de lo posible el dolor en quienes
queremos, pero debemos asegurarnos de protegernos a nosotros mismos en el proceso.
Estamos acá para apoyarnos mutuamente, no para ser escudos vivientes de
nuestros afectos.
Amor no debe ser
sinónimo de sacrificio
Algunas circunstancias serán
argumento adecuado, pero en su mayoría podremos procurar el bien de otro sin
hacernos daño a nosotros mismos. No podemos sacrificar nuestra vida, nuestra
felicidad por la de otros, es nuestra responsabilidad brindarnos a nosotros
mismos la contención necesaria para que transitemos este paso escribiendo
nuestra historia, una historia bonita, no una historia triste en donde el amor
que obtuvimos o las satisfacciones estuvieron siempre asociadas a sacrificios
de nuestra parte.
No podemos perdernos por la
necesidad de aprobación de alguien más, no podemos permitirnos soportar un
trato diferente al que nos merecemos, no podemos humillarnos para ganar el
afecto de alguien, no podemos decidir cómo vamos a ser o a hacer por las opiniones
de otros, no podemos dejar que nuestros sueños ocupen las últimas posiciones de
nuestra escala de prioridades, no podemos acostumbrarnos a decir sí cuando
realmente queremos gritar no, no debemos donar el control de nuestra vida a
ninguna otra persona.
La vida como la conocemos,
es este corto tránsito, si queremos aprovecharlo y mirar atrás sin culpas,
debemos procurar el bien para nosotros mismos, sin que esto represente ser
egoístas o indolentes, sino aceptando que tenemos un alcance en la vida de los otros
y que facilitaremos sus vidas y contribuiremos en su felicidad con límites
determinados por la afectación que puedan tener nuestras acciones en nuestras
propias vidas.
El dar tiene sus
límites
Es gratificante dar,
observar la sonrisa en el otro, evitar dolores, ayudar a aliviar la carga, pero
sin que todo ello genere en nuestra vida el efecto contrario. Debemos procurar
el bien en la mayoría de los involucrados, comenzando por nosotros mismos.
Cuando estamos bien se nos hace más factible ayudar a otros, irradiar a otros
de buena energía, si nos colocamos a cuestas cargas que no nos pertenecen, de a
poco nos iremos quebrando, y se nos hará
imposible seguir viviendo por otros, y lo peor seguir viviendo por nosotros
mismos.
Mantengamos las cosas en equilibrio, que nuestra
participación en la vida de los demás tenga evidentemente un alcance positivo,
pero que no represente un perjuicio para nosotros.
Este articulo fue realizado gracias a mujer.guru Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.
Comentarios
Publicar un comentario