La salud y la enfermedad se
ven actualmente como un complejo equilibrio que nace de la interacción entre
cuerpo y mente, entre el organismo y los pensamientos. Poco a poco vamos
superando las visiones reduccionistas que le restaban importancia a la influencia
del mundo subjetivo sobre nuestro cuerpo y, por lo tanto, sobre la enfermedad y
la curación.
La medicina convencional
paulatinamente va tomando conciencia de las limitaciones de su enfoque. El
Siglo XX estuvo marcado por un paradigma en el que predominaba la idea del
cuerpo-máquina. Visto a través de esta óptica, el organismo era como un aparato
compuesto por distintas piezas y la enfermedad era una disfunción en alguna de
esas partes, tanto funcional como estructural.
“Si no actúas como piensas,
vas a terminar pensando como actúas”
–Blaise Pascal–
Sin embargo, gracias a los
mismos avances de la medicina, se ha podido comprobar que la dimensión interna
tiene una fuerte influencia, ya sea directa o indirecta, en el estado de salud
de cualquier persona. Además, esta influencia es aún más marcada sobre el
estado de salud percibido. Por eso se dice que los pensamientos -con su
influencia- enferman y matan, pero también que curan.
La medicina farmacológica y
la medicina de los pensamientos
Bruce Lipton es doctor en
Biología Celular y autor de varios libros. Se ha adentrado con profundidad en
el tema de la salud, la enfermedad y la influencia de los pensamientos en esos
procesos. Sus descubrimientos y razonamientos son verdaderamente interesantes.
Lipton indica que la
medicina farmacológica es virtualmente un fracaso. Esto se debe a que las
medicinas químicas, todas ellas, ocasionan efectos tanto o más adversos que la
enfermedad misma. Asegura que, incluso, muchos de esos medicamentos, con el
tiempo, llevan a la muerte.
También ha afirmado que el
entorno natural de la célula es la sangre y que, a su vez, los cambios en la
sangre están determinados por el sistema nervioso. Al mismo tiempo, el sistema
nervioso es el entorno natural de los pensamientos y los sentimientos. Por lo
tanto, desde el punto de vista de Lipton, son los pensamientos y los
sentimientos lo que en últimas enferman y, en consecuencia, los que también
tienen la posibilida de ayudar en la curación.
El poder de los pensamientos
sobre el cuerpo
No solo es Bruce Lipton,
sino que también hay otros muchos investigadores que le otorgan un enorme poder
a los pensamientos en el proceso de enfermedad y sanación. Hasta los médicos
más adeptos a la farmacología saben que si alguien padece de algún mal, tiene
mayores probabilidades de curarse si permanece en un entorno implicado, rodeado
de afecto y de confianza.
No se trata de algo
esotérico, ni de un efecto traído del más allá. La explicación del poder de los
pensamientos es también un asunto de química. Cuando una persona está frente a
una presencia agradable, o disfrutando de un estímulo positivo, su cerebro
segrega dopamina, oxitocina y una serie de sustancias que le dan salud a las
células. Lo propio ocurre cuando el estímulo es negativo, causando miedo, ira o
cualquier otra emoción destructiva.
El organismo desarrolla
diariamente una tarea titánica: producir cientos de billones de células nuevas
para sustituir a las que mueren. También tiene que defenderse de miles de
elementos patógenos que amenazan la salud. Si tu cuerpo siente que tiene que
luchar cada día contra estímulos altamente negativos del entorno, ocupará toda
su energía en ello y dejará de lado esas otras funciones de crecimiento y
protección. La consecuencia: enfermas más fácilmente.
Entre la sugestión y la
energía
El efecto placebo ha sido
estudiado en diferentes circustancias y los resultados respaldan su influencia
sobre nuestra percepción corporal. De hecho, varios de los medicamentos que
están en el mercado solo tienen efectos ligeramente superiores a los de un placebo.
Estos placebos son la prueba fehaciente de que la influencia de los
pensamientos -en le caso del efecto placebo: expectativas- puede ser muy
poderosa: crees que te curará y la intensidad de los síntomas remite.
La física cuántica ha puesto
de relieve la importancia de la energía, que es la composición última de la
materia. Todo y todos somos, en nuestra forma física más primitiva, energía.
Por eso las nuevas medicinas se orientan más a equilibrar la energía, que a
modificar químicamente el cuerpo. Parten de la idea de que los procesos de
enfermedad se desencadenan por desequilibrios energéticos.
Esos desequilibrios muchas
veces vienen dados por programaciones hacia pensamientos negativos, que traemos
desde la infancia. Puede que conscientemente te convenzas de que debes pensar
de otro modo y, sin embargo, algo en el fondo te impide que lo hagas. Así que
lo que se debe cambiar no son los pensamientos conscientes, sino toda esa
programación inconsciente que cargamos desde los primeros años. Es la manera de
suscitar cambios que favorezcan la salud mental y, por tanto, la salud física.
Nota de edición: con este
artículo no queremos despreciar en ningún caso la importancia de la
farmacología a la hora de afrontar enferemdades tan debastadoras como el
cáncer, de hecho podemos decir que actualmente es imprescindible. Lo que sí
queremos resaltar es la salud mental y el bienestar psicológico como dos
elementos de influencia dentro del tratmaiento que el paciente puede modular
para mejorar o emperorar el pronóstico.
Este articulo fue realizado gracias a lamenteesmaravillosa. Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.
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