Es mejor estar solos, que con alguien que nos haga sentir solos

Hay determinados momentos en los que podemos sentirnos solos, aunque estemos rodeados de personas. Estar con los demás no implica conectar con ellos. Por ejemplo, en una fiesta en la que no encajamos, no solo nos aburriremos sino que podemos sentirnos excluidos, raros y solos. Sin embargo, tarde o temprano esa fiesta llegará a su fin y todo terminará ahí. Regresaremos a nuestro hogar y nos deshacernos de esas sensaciones desagradables.
El problema comienza cuando las personas con las que nos relacionamos todos los días, las personas que deberían estar más cercanas a nuestro corazón, nos hacen sentir solos. Si no nos damos cuenta de esa “soledad acompañada” a tiempo o simplemente no sabemos cómo acabar con esa situación, nos invadirá un enorme vacío y sufriremos heridas emocionales que serán difíciles de sanar.

Las señales que indican que estamos solos, aunque estemos acompañados

Solemos pensar que al encontrar una pareja o tener un hijo, nunca más nos sentiremos solos. Por desgracia, no siempre es así. El tipo de relación que se establece y los conflictos que surgen a lo largo del tiempo pueden hacer que, estando acompañados, nos sintamos solos e incomprendidos. Sin embargo, a veces tardamos demasiado en comprender de dónde proviene esa sensación de vacío y dejamos pasar años antes de tomar cartas en el asunto. Para ese entonces, nuestro equilibrio emocional se habrá deteriorado mucho.


La buena noticia es que es posible evitar que esta situación empeore, basta saber reconocer las señales que indican que en realidad estamos solos, aunque tengamos a alguien a nuestro lado:

- La persona que debe motivarte en tus nuevos proyectos e ideas, te desmotiva y crea obstáculos.

- La persona que debe apoyarte en los momentos difíciles te echa la culpa de lo ocurrido y se lava las manos.

- La persona que debe compartir tus intereses, te critica constantemente y no tiene en cuenta tus gustos y necesidades.

- La persona que debe estar a tu lado no te dedica tiempo de calidad, por lo que no te sientes comprendido/a ni amado/a.

- La persona que debe ayudarte a crecer y mejorar, te hace sentir inferior.

Las heridas emocionales que deja la "soledad acompañada"

Pasar tiempo con la persona equivocada puede llegar a ser una experiencia muy negativa que abrirá graves heridas emocionales. En estos casos suele aparecer una profunda sensación de culpa, además de un enorme vacío. De hecho, el problema es que a menudo esa soledad se experimenta como un rechazo. Así, poco a poco, esa persona se sentirá cada vez más inadecuada e indigna de afecto, por lo que su autoestima terminará resintiéndose. Si no resuelve esta situación a tiempo, la depresión puede acechar a la vuelta de la esquina ya que la persona se va sumiendo en un estado de apatía y pierde la alegría de vivir.

En otros casos, la persona que se siente sola puede hacer todo lo posible por acercarse al otro y conectar emocionalmente. Sin embargo, al no encontrar la respuesta esperada, esa búsqueda de conexión puede transformarse en una búsqueda de aprobación, que terminará generando una dependencia emocional. En este punto, el estado de ánimo y la autoestima de la persona dependerá de la atención, los elogios o las críticas del otro, lo cual la subirá a bordo de una montaña rusa emocional que terminará causándole grandes desequilibrios.

¿Por qué es tan difícil romper con todo?

Tomar la decisión de acabar con una relación que en realidad nos hace sentir solos puede llegar a ser muy complicado, por varios factores.

- Nada es en blanco y negro. En las relaciones interpersonales nada es en blanco y negro. Esto significa que quizá esa persona que hoy nos hace sentir solos, en otro momento fue una fuente de alegría, apoyo y satisfacción. Esos recuerdos hacen que permanezcamos atados al pasado, obviando los problemas del presente.

- Miedo a salir de la zona de confort. Aunque seamos conscientes de que no estamos atravesando precisamente por nuestro mejor momento, es probable que nos hayamos acostumbrado a esa situación, que hayamos encontrado un equilibrio dentro de ese malestar, y tenemos miedo a que nuestra decisión empeore las cosas. El hábito y las rutinas son motivos muy poderosos que nos mantienen atados a situaciones que nos lastiman.

- Rechazo al “fracaso”. En muchas ocasiones, cuando decidimos darle una segunda, tercera o cuarta oportunidad a la otra persona, en realidad nos las estamos dando a nosotros mismos. Hay quienes creen, por ejemplo, que el divorcio implica que han fracasado, y se resisten a aceptarlo, empeñándose en insuflarle vida a una relación que ya ha muerto.

La soledad elegida: Disfrutar de tu compañía es un regalo extraordinario

Abandonar una relación en la que nos sentimos solos, una relación que en vez de satisfacer nuestras necesidades genera problemas y crea carencias, es un acto de amor propio y, en muchas ocasiones, incluso de supervivencia. Apostar por tu equilibrio psicológico y darte otra oportunidad, esta vez de verdad, es el mejor regalo que puedes hacerte.

En este punto, no se trata de correr a buscar a otra persona que supla ese vacío sino de aprender a estar bien con nosotros mismos, disfrutar de nuestra compañía y hacer las cosas que nos agradan y nos hacen sentir vivos. Se trata de asumir esta etapa como una fase de crecimiento y descubrimiento, para lograr aceptarnos y cerrar las heridas que ha dejado esa relación.

Ya lo había dicho el poeta inglés John Milton en el siglo XVII: "La soledad es a veces la mejor compañía, y un corto retiro trae un dulce retorno".

fuente: el post completo y original lo puedes consultar en rinconpsicologia

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