Las personas resilientes
saben que nadie es inmune al sufrimiento, a la adversidad. Comprenden que
cuando aparecen esos instantes de oscuridad y desesperanza, tenemos dos
opciones: dejarse vencer o sobreponernos, luchar con todas las estrategias que
nos sea posible, porque la vida
es maravillosa si no se le tiene miedo.
Te gustará saber que el
término “resiliencia” proviene en realidad del campo de la física. Hace
referencia a la cualidad de algunos materiales para resistir la presión y
doblarse con flexibilidad para volver a forma original. Ahora bien, la
resiliencia, aplicada a la psicología presenta otra dinámica existencial más
interesante: la de hacernos crecer.
Cuando te enfrentes al dolor entiende que el
protegerte bajo una armadura no siempre va a funcionarte: puede ser tu propia
jaula. Es mejor enfrentarnos cuerpo a cuerpo a nuestro enemigo para
comprenderlo y obtener así conocimiento, sabiduría.
Personas
resilientes: un cerebro que aprende a afrontar el estrés
El concepto de resiliencia
empezó a utilizarse en los años 40 en el campo de la psicología infantil. Se
intentaba comprender de qué manera afrontaban los niños más desfavorecidos los
problemas familiares y la adversidad en sus entornos.
Durante mucho tiempo se
mantuvo la idea de que la resiliencia tenía un origen genético, es decir, la
persona que había sufrido estrés postraumático a lo largo de su vida transmitía
“ese gen” a sus hijos, de manera que éstos, serían más vulnerables y tendrían
más dificultad para integrar experiencias complejas.
La infancia debe ser un privilegio para la vejez, ahí
donde poder volver para recordar momentos felices. Si no los hubo, si nuestro
niño interior sigue herido, es momento de sanarlo, de hacerlo avanzar siendo
resilientes.
El
origen genético de la resiliencia acabó dejándose a un lado con los años para
orientarse más en factores psicosociales y neurológicos.
Un ejemplo de ello es un
estudio llevado a cabo por Dennis Charney, de la Universidad de Medicina de
Icahn en el Monte Sinaí, y Steven Southwick de la Universidad de Medicina de
Yale, donde se determinó de qué manera funciona el cerebro de las personas
resilientes y las no resilientes. Estos serían los principales datos a tener en
cuenta.
Origen neurológico
de la resiliencia
Hay personas que se adaptan
mucho mejor que otras a las situaciones de estrés o presión.
El origen estaría en un
control más efectivo a nivel neurológico de hormonas como la adrenalina, la
noradrenalina y el cortisol.
Ante una amenaza estos tres
neurotransmisores aparecen en el cerebro, pero cuando el foco amenazante
desaparece, la persona más resiliente hará desaparecer al momento estas tres
hormonas. En cambio, la personalidad menos resiliente seguirá sintiendo esa
amenaza psicológica de forma persistente porque en su cerebro existirá aún ese
exceso de cortisol, adrenalina, y noradrenalina.
El cerebro de las personas
resilientes se caracteriza también por un uso muy equilibrado de la dopamina.
Este neurotransmisor, relacionado con la recompensa y la gratificación nos es
muy útil para hacer frente a la adversidad.
Algo a tener en cuenta es
que en estados de estrés crónico y ansiedad nuestro cerebro deja de liberar
dopamina, el neurotransmisor del placer, de ahí que aparezca la indefensión y
la dificultad para actuar con resiliencia.
Claves para aprender
a desarrollar tu resiliencia
Un aspecto que no debemos
olvidar es que la resiliencia es una habilidad, y por tanto, una capacidad que
podemos desarrollar y entrenar. Para que nuestro cerebro encuentre ese
equilibrio neuroquímico es necesario gestionar de forma adecuada nuestras emociones.
Eres un universo único lleno de emociones,
pensamientos, sueños y sensaciones. Aléjate de la orilla de la desesperanza y
pon orden en ese caos: la resiliencia necesita armonía y equilibrio interno.
Llegar a ser resilientes es
un proceso y un aprendizaje que debería enseñarse en las escuelas. De hecho, el
propio Martin Seligman, padre de la psicología positiva, ha iniciado un
interesante programa en varios colegios de primaria con excelentes resultados.
A modo de resumen, estas
serían las principales claves para aprender a ser resilientes.
Nunca te dejes abrumar por
tus propias emociones como si fueran grilletes que te paralizan. Imagina que
llevas una brújula emocional interna que te permite mantener el control sobre
tu mente, para ganar en atención y eficacia.
Sé tú mismo, no busques la
aprobación ajena ni intentes gustar a todo el mundo. Todo ello te aleja de tus
propios intereses, de tu propio equilibrio.
No te dejes llevar por el
fatalismo ni caigas tampoco en un positivismo “poco realista”. Se trata de ver
las cosas con objetividad entendiendo, además, que la adversidad es parte de la
vida.
Céntrate en el aquí y ahora,
lo que importa es el presente: no anticipes cosas que no han ocurrido, ni te
sigas lamentando de cosas que ya han pasado.
Ayuda y deja que te ayuden.
Cuida de tus relaciones sociales y construye vínculos positivos que valgan la
pena, ahí donde apoyarte y crecer como persona en libertad e integridad.
Tú no eres tus errores ni tus tristezas, tampoco las
personas que eligieron dejarte atrás en algún momento. Eres más grande que todo
ello, porque toda decepción es finita y la esperanza infinita.
muy interesante! Gracias
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