Ciertamente lo más sano es
no esperar nada de nadie y sin ningún tipo de prejuicios, sencillamente recibir
lo que cada quien esté dispuesto a ofrecer de sí mismo, sin embargo, cuando
vamos a la práctica pocas veces podemos ser tan ecuánimes ante las acciones y
reacciones de los demás.
Todos tenemos una forma de
ser particular, todos sabemos lo que somos capaces de dar y aunque no se haga a
manera de dar para recibir, por lo general tendremos la expectativa de cosechar
lo que hemos sembrado.
Lamentablemente la acción y
reacción no funciona de manera lineal, lo que sembramos en alguien no
necesariamente lo cosecharemos en la misma persona, por eso, no debemos
desanimarnos cuando nuestras expectativas no se cumplen, cuando nos
decepcionamos o cuando no podemos identificarnos en lo absoluto con la forma de
actuar de alguna persona. Debemos más bien seguir dando lo que nosotros
consideremos lo mejor, que la vida es un eco y de siempre nos veremos
favorecidos de las buenas acciones que llevamos a cabo, aunque esto no
represente el objetivo final. Dar es en sí mismo la mejor recompensa.
Muchas veces vemos lógico,
de sentido común recibir algo en particular y cualquier deviación de ello nos
hace sentirnos a disgusto, pero el problema no es de quien estamos evaluando,
es solo nuestro, porque queremos que las demás personas actúen como nosotros lo
haríamos ante determinada circunstancia y no logramos entender que primero,
cada quien termina haciendo lo que quiere y considera conveniente y segundo que
nuestra realidad y nuestros parámetros no deben coincidir con los de otra
persona.
Debemos recibir con el mejor
agrado lo que otra persona hace por nosotros procurando nuestro bienestar,
debemos mirar más allá de lo que queremos y centrarnos en la acción, aunque el
alcance nos parezca insuficiente. Aquello que sintamos que no nos beneficia,
sino por el contrario, nos perjudica, sencillamente tenemos la opción de no
recibirlo, así nunca nos pertenecerá, será exclusivo de quien dedica la acción.
Nadie tiene más poder sobre nosotros que aquel que le permitimos.
No esperar nada de nadie es
un hábito que podemos cultivar, no presionar ni siquiera en pensamiento a quienes
tienen libertad de acción, así como nos gustaría que fuese con nosotros, nos
otorga descargarnos del peso de la frustración, de la incomodidad y la
decepción.
Carguémonos de cosas que nos
nutran, que hagan nuestras relaciones más sencillas, no carguemos a nuestras
espaldas nada que nos pueda dañar y los prejuicios y las expectativas siempre
terminan por hacernos daño y muchas veces no solo a nosotros, sino a todos los
involucrados.
fuente: el post completo y original lo puedes consultar en mujer.guru
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