Con el tiempo se aprende a querer más, pero a menos personas

Con el tiempo nos damos cuenta de que menos es más, y que lo importante no es acumular amigos, sino que los que tengamos sean de verdad.
Lejos de lo que mucha gente pueda pensar, el tiempo no otorga por sí mismo esa sabiduría y madurez con los que, por fin, uno logra llevar la vida que desea.

Madurar implica, en primer lugar, tomar conciencia de cada cosa hecha y vivida para obtener un aprendizaje.

Es un acto que debe llevarse a cabo con la humildad de quien asume cada error cometido pero sin arrepentirse de él.

Porque todo lo acontecido es vida vivida, todo, nos sirve para hacer balance.

Asimismo, son muchas las personas que, poco a poco, van dándose cuenta de algo muy concreto. Lo que nos confiere auténtica felicidad no es tener cosas, acumularlas bienes materiales u obtener el éxito.

La felicidad se halla algo tan sencillo como amar y ser amado. Ahora bien, algo así solo adquiere auténtico sentido con un grupo muy limitado de personas.

Lejos de parecernos algo egoísta, hemos de verlo como un principio de salud emocional. Nos evitará decepciones, falsas ilusiones y nos aportará ese equilibrio personal al que todos aspiramos.

Te proponemos reflexionar sobre el tema.


Con el tiempo se aprende, con el tiempo se descubre

Durante la adolescencia o en nuestra primera juventud, las cosas y las personas llegan a nosotros con el impacto de quien desea probarlo todo sin aplicar ningún filtro.

Queremos experimentar, reír, amar, descubrir, sentir… Poner límites y barreras supone muchas veces no ser aceptado y perder nuestra oportunidad de integrarnos en el grupo.
Los amores llegan con la intensidad de una tormenta de verano. Nos dejamos llevar con esa necesidad iluminada de quien ansía sentirse amado y amar. Lo mismo ocurre con las amistades.

Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, vamos abriendo esa mirada interior que es capaz de ver lo que nos rodea con más calma, con más perspectiva y sabiduría.

“Acumular” personas no da la felicidad
La soledad puede aliviarse de muchas maneras, pero acumular amigos no es la mejor forma. Hacerlo supone, en primer lugar, añadir personas a nuestra vida que no siempre serán sinceras ni armonizarán con nuestra identidad.

La soledad es ese vacío personal que uno mismo debe llenar con madurez para establecer relaciones más plenas y auténticas con los demás.

A medida que el tiempo discurre vamos perdiendo muchas amistades. Porque el tiempo es sabio y nos dice “quién sí ” y “quién no”.

Solo entonces nos damos cuenta de que la autenticidad y el cariño sincero es lo que más puede enriquecer nuestra alma y nuestro corazón.

Valores como el respeto, la reciprocidad o esa complicidad donde uno entiende qué necesita la otra persona no es fácil de encontrar.

Una vez hallamos a los auténticos amigos o a las parejas que encajan con cada arista de nuestro corazón, nos negamos a hacerlo: nos negamos a dejarlas ir, porque son quienes dan luz  a nuestra existencia.

Menos es más (también en nuestras relaciones personales)

Las personas extrovertidas y necesitadas de estímulos agradecen esa interacción continua en grandes grupos de gente donde tomar contacto con los que les rodean.
Reír con estos, conversar con aquellos…

A más interacción, más felicidad. A más amigos, más oportunidades de salir, disfrutar e iniciar nuevos proyectos.

No obstante, y esto también es común en este tipo de personalidad más abierta al exterior, con el tiempo se descubre que siempre es mejor tener un número reducido de personas a nuestro alrededor con las que disfrutar de ese trato cotidiano más satisfactorio.

No se trata de romper vínculos, de evitar a ciertas personas, compañeros y familiares. Se trata en realidad de no reforzar ese vínculo incómodo mediante una respetuosa distancia.
Con el tiempo, además, nos deja de importar lo que otros piensen de nosotros. Sabemos que “menos es más” y que, si ese poco nos da una gran felicidad, ya no necesitamos nada más.

Me conformo con poco porque sé que es lo MEJOR
Si tienes dos amigos, y si estos son sinceros, nobles y auténticos, no necesitas nada más: son un tesoro. Asimismo, si tienes una pareja con la que caminas en armonía, con la que creces, te sientes tú mismo y disfrutas de cada instante, lo tienes todo.

Reducir nuestra vida a estas esferas cercanas, como son la pareja, los amigos y algunos miembros de nuestra familia, no es un acto que nadie pueda criticar.

Porque quien sabe lo que tiene, lo aprecia y lo cuida, no necesita nada más.

Sin embargo, esto es algo que no todo el mundo logra ver. En ocasiones, lo más bello que tienes en tu vida está muy cerca de ti.

Siembra de humildad tu corazón y tu mirada para así poder descubrir dónde se halla la auténtica felicidad.

Fuente: el post completo y original lo puedes encontrar en mejorconsalud

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