Hace poco compartía en
Facebook dos posts que escribí tiempo atrás. El primero era sobre el propósito
que me hice hace ya casi dos años, donde me proponía tener una casa libre de
gritos y llena de paciencia. El segundo era sobre una recaída que tuve, poco tiempo
después de ese propósito. Ese post estaba editado, pues yo reflexionaba sobre
el tiempo que ha pasado desde entonces, y me daba cuenta que a pesar de esa
recaída, el objetivo está casi cumplido. Porque ya no aparecen dibujos como
este:
La casa está libre de gritos
y cada día más llena de paciencia. Y no, no es más fácil porque las niñas
crezcan, porque igual necesitan atención, distracción y me dejan agotada. Y se
pelean, y desordenan. Y siguen siendo niñas. Pero la fuerza de la costumbre
ayuda. A raíz de esos posts, he recibido comentarios de mamás que persiguen ese
mismo objetivo. Por eso me he decidido a compartir algunas ideas que nos ayudan
cuando uno se decide a emprender este camino que es difícil pero da muy buenos
frutos.
Un buen primer paso para
eliminar los gritos del hogar sería analizar en qué momento nos ponemos más
irascibles, qué cosas nos hacen perder la paciencia, qué situaciones nos llevan
a gritar. Apuntarlas nos puede ayudar a saber si siempre es a la misma hora del
día, o si hay una cierta situación que nos pone de más mal humor (a mí me
pasaba si intentaba leer un post o peor aun escribirlo en el horario de las
tardes cuando estoy con las niñas. Había múltiples interrupciones, yo no estaba
ni en una cosa ni en la otra, y mi medidor de paciencia se agotaba a ritmo
veloz) La vida que vivimos hoy en día está llena de carreras de un lado a otro,
de estrés, de responsabilidades y si tienes hijos, seguramente de una buena
falta de sueño y de una dosis de cansancio. A veces es nuestro cuerpo el que no
da más, y no tiene nada que ver con los niños.
Pero los niños no merecen
esa educación, no merecen los gritos. No entienden por qué gritamos, no saben
que estamos cansados o estresados si no se le contamos. Gritar a los niños no
les enseña a ser obedientes, les infunde miedo y crecen con menos autoestima y
más tristeza.
¿Cómo dejar de gritar y
acumular paciencia?
No tengo una fórmula mágica,
y estoy convencida que a cada persona hay una fórmula que le sirve mejor que
las demás. Pero, de todo lo que he probado, estas serían las ideas que yo
daría. Que digo yo, por probar….
La primera idea, es
relajarse. Relajarse de todo lo que va acumulando a o largo del día, antes de
entrar en casa. De la presión del trabajo, de las tareas del hogar, del
tráfico, de lo que sea que nos haya pasado antes de llegar a casa. Hay muchas
maneras de relajarse, y también podemos tener distintas maneras según la
tensión acumulada.
Practicar meditación o yoga
de forma regular, te puede ayudar a mantener los niveles de estrés más bajos y
sentirte más relajada y con más aguante para situaciones que puedan estresarte.
Pero en el día a día, en un momento cualquiera, en un mal día ¿qué podemos
hacer?
Una de las maneras de
relajarse cada día, justo antes de entrar en casa, son los suspiros sonoros.
Muy útil para relajarse en cualquier momento o situación, o para tomarlo como
hábito. También es muy efectivo gritar, pero no gritarle a alguien, sino gritar
al aire. Ya sea en el baño, en la calle (advierto que esto puede sorprender al
resto de peatones), en el coche,….Y cantar en voz alta es otra opción, muy
saludable; puedes cantar de vuelta del trabajo, ya sea en el coche o por la
calle (el resto de peatones se sorprenderán menos que con un grito). Así uno
libera tensiones. También puedes practicar mindfulness.
Además de relajarnos,
también podemos aprender a reírnos de ese yo enfadado. ¿en qué te conviertes
cuando gritas? Yo me convertía en un ogro. Pues ríete de ese ogro, juega con
tus hijos a que les persigue un ogro…pero hacerles cosquillas, por ejemplo.
Una vez estás en casa, si
notas que estás a punto de perder la paciencia, ¿por qué no convertir el
momento en una pequeña locura que descargue energía? Pongámonos todos a saltar,
o a hacer una guerra de cojines, a bailar, o a cantar muy fuerte!
Pequeños trucos para no
agotar la paciencia
En el día a día, hay algunas
cosas que a mi me ayudan a no recargarme negativamente cuando las niñas tienen
un día intenso, o sencillamente me superan en energía cómo suele ser habitual.
Uno es cambiar el No por
frases positivas, algo que ya mencioné cuando empecé a preocuparme de mejorar
la comunicación familiar. Cuando uno no
deja de decir “no hagas esto, no subas ahí, no toques, no corras” por un lado,
los niños empiezan a hacer menos caso (porque se aburren de tanto no) y por
otro, uno también se cansa y termina el día con esa sensación de que el día ha
sido horrible porque llevas diciendo que no todo el día. Se pueden cambiar las
frases por “por favor ve más despacio, mejor coge la jarra con las dos manos,
si te subes al sofá vigila porque uno puede caerse” Cosas así. En mi opinión,
es un alivio mental dejar de decir no todo el día, y dejarlo para cuando es
importante.
El otro es no hablarles
dando órdenes, sino convirtiendo las peticiones en preguntas. Por ejemplo, cuando
me cuesta mucho que se vayan a vestir, les digo “¿Quieres elegir tu ropa o
mejor voy a elegirla yo y te la traigo? A mi me funciona, vuelan a escoger lo
que quieren ponerse. Cuando hay que dejar de jugar para irse a duchar, también
me funciona convertir el “a la ducha!” en “¿qué hacemos, jugamos 10 minutos más
y nos damos una ducha rápida, o lleno la bañera y hacemos una ducha larga? Una
vez han elegido, sea lo que sea, sé que no van a rechistar (o les va a costar
menos) para irse a la ducha, porque eligieron ellas. Asumamos también que los
niños son niños, y su prioridad es jugar,
así que probablemente las cosas habrá que
repetirlas montones de veces (excepto si es para decir que vamos al parque)
Mejor tenerlo claro antes que ponernos de mal humor después.
También puedes convertirlo
los quehaceres en un juego. Los días que llegamos tarde, a veces hago carreras
con ellas, o les digo que nos vamos a vestir todos en velocidad turbo, o bien
les digo que juguemos a caminar saltando, para acelerar un poco el ritmo.
Algunos días incluso hemos recogido a los My Little pony en su caja
explicándole a la pequeña terremoto que se había hecho de noche y los juguetes
querían volver a casa a descansar un rato. Las prisas son enemigas de la
paciencia, hay que darse más margen para hacer las cosas, recordando que los
niños tienen un ritmo más pausado (el que deberíamos tener todos) ¿Y si nos
equivocamos?
No somos perfectos, tenemos
días malos, y no siempre los trucos funcionan. Pero cuando gritamos a los niños
éstos se ven afectados. Es muy importante saber disculparnos, explicarle a los
pequeños con palabras que puedan comprender por qué les hemos gritado, y
reconocer que está mal y que no deberíamos haberlo hecho. Muchas veces esto
también se evita explicándoles nuestros sentimientos previamente. Si tenemos un
mal día, podemos decirles que estamos cansados y con algo de mal humor,
recalcando que no es culpa de ellos, pero para que entiendan por qué no tenemos
el mismo humor que todos los días. Sino, pueden pensar que es culpa de ellos,
cuando en realidad solo pagan el efecto colateral de un mal día.
Pasa el tiempo y uno lee, se
informa, va aprendiendo nuevos trucos, adoptando otras costumbres, ganando
paciencia, tomándose las cosas con más calma. Si lees el post del caos quizá
pienses que soy demasiado relajada, pero la verdad es que siento que el
desorden es una etapa y en 10 años más lo echaré de menos cuando las pequeñas
terremoto sean adolescentes y ya no les guste crear e inventar con los muebles
de casa.
Pero el hecho es que las
cosas en casa cambian, no hay gritos, los enfados se reducen, el mal humor
también. Hay más risas, más inventos. Y entonces, dibujos como el que aparece
más arriba en el post ya no existen. Cuando dibujan a mama la dibujan
sonriendo, y los dibujos que me regalan se llenan de corazones:
y entonces sabes por qué era
importante el cambio, y cuánto ha valido la pena el esfuerzo.
Este articulo fue realizado gracias a asipiensaunamama. Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.
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