Vía Valeria Sabater
Hazlo. Instala en tu mente
esa papelera de reciclaje donde llevar en un solo “click”, todo aquello que ya no te vale, incluidas las
personas que osan borrar tu sonrisa. Después de visualizar esta imagen, toma
conciencia del alivio que algo así te puede ofrecer. Ahora, aúna amor propio y
unas gotas de valentía para llevarlo a cabo.
Sabemos que no es fácil. A
pesar de vivir en esta época donde muchas relaciones se terminan con ese botón
de “eliminar de mis amigos” de nuestras redes sociales, en la vida real están
vertebrados procesos mucho más profundos y delicados donde no siempre podemos actualizar nuestras relaciones como
quien hace limpieza en su perfil.
“El mundo no está en peligro por las malas de las personas, sino
por quienes permiten la maldad”
-Albert Einstein-
Lo más complicado de todo
esto es que muchos de nosotros compartimos unos mismos escenario vitales con
ciertas figuras que, sin llegar a ser nocivos (o lo que llamaríamos comúnmente
como “malas personas”), nos acaban desgastando. Lo hacen porque su carga
emocional asfixia y agota. Porque el virus del mal humor, el negativismo o el
derrotismo nos acaban atrapando para borrar por completo nuestra “aura”
positiva. Esa que nos cuesta tanto mantener.
No es fácil cortar con
ciertos vínculos de un día para otro. Familia, compañeros de trabajo… Son
figuras que se anclan en nuestro presente porque forman parte de una dinámica
cotidiana. Sin embargo, sí que podemos detener el impacto de sus conductas y
personalidad sobre nosotros.
Para ello, nada mejor que
ejecutar un “borrado” suave. Lejos de eliminarlas se trataría más bien de
difuminar parte de su fuerza sobre nuestra realidad.
Las “manzanas
podridas” de nuestros contextos cercanos
Tony Schwartz es un conocido
periodista y conferenciante que adquirió notable fama por escribir para Donald
Trump uno de los libros de mayor éxito sobre el ideal del triunfo. “El arte de
la negociación” fue lanzado al mercado como la supuesta biografía de un hombre
de negocios exitoso que a día de hoy aspira a tener la presidencia de Estados
Unidos.
De aquel libro hace ya más
de 30 años, pero sin saberlo, sus páginas contribuyeron a crear un mito del que
ahora, tres décadas después, se arrepiente. A día de hoy Schwartz dirige una
empresa llamada “The Energy Project” que se encarga de asesorar a cualquier
organización sobre cómo se pueden crear entornos laborales respetuosos, donde
exista armonía para que el capital humano ofrezca lo mejor de sí.
tal y como nos explica a
través de sus trabajos, en la mayoría de entornos laborales existe lo que se
conoce como “la manzana podrida”. Personas que con su actitud erosionan poco
poco el dinamismo y la productividad de toda estructura. Escampan
preocupaciones, apagan la motivaciones, afinan tensiones y siembran ansiedades
entre los compañeros de un modo sutil pero persistente. “Borrar” a ese tipo de
personas de nuestras realidades cercanas es a menudo algo vital.
Por su parte, el magnate de
Estados Unidos, Donald Trump, llegó a afirmar con una solemne sonrisa, que solo
una persona con sus capacidades de liderazgo y de negociación tenía derecho a
tener la presidencia. Por su parte, Tony Schwartz, arrepentido por aquel libro,
ha iniciado una campaña para recordar cómo se crean los escenarios más productivos y respetuosos.
Si
tener a una “manzana podrida” como compañero de trabajo ya es frustrante y
peligroso, tener a un líder con estas características puede ser letal.
No dejes que apaguen
tu sonrisa
Los amigos están para
alegrar la vida, para llenar de significados y de potentes anclajes emocionales
nuestro día a día. Si lo que hacen ese ejercer el abuso, no son amigos. La
familia está para ayudarnos a crecer, para permitirnos tomar contacto con la
sociedad de forma segura sintiéndonos amados. Si lo que hacen es todo lo
contrario, esa familia no es auténtica.
“No dejes nunca de sonreír,
porque el día que no lo hagas, será un día perdido”
-Charles Chaplin-
Por su parte, los compañeros
de trabajo, dirección y recursos humanos deben sacar lo mejor de nosotros para
poder navegar en un fin único: triunfar como organización. Si esto tampoco se
cumple, no es un buen trabajo.
La sonrisa nos la apagan en
estos mismos escenarios tan cercanos de muy diversas formas y en diferentes
momentos de nuestra vida. Porque ese gesto universal no es más que el reflejo
de un bienestar interior donde armoniza la seguridad personal, la sensación de
competencia y el saberse querido, respetado, valorado.
John. E. Steinbeck decía que
la tristeza que se instala en alma puede matarnos más rápido que una bacteria.
Perder la sonrisa es el primer síntoma. Un mal padre, un falso amigo, un mal
jefe, un líder pésimo emborronan no solo nuestras alegrías y motivaciones, sino
que cambian nuestra carga emocional.
Hemos de visualizar esta
interacción como la de un virus. Como esas manzanas podridas de las que
hablábamos con anterioridad, que al llegar, expanden su malestar infectándonos
a todos con su mal genio, su estupidez, su falta de tacto. Hemos de asumir por
tanto que el mundo está lleno de tipologías similares con mayor o menor carga
dañina.
Debemos hacernos valer, es
necesario entender además que quien te hace daño no te quiere, que quien te
vulnera no te respeta. Poner límites y distancias es algo esencial. Sin
embargo, aún lo es más encontrar el antídoto: rodearnos de personas que sí
valen la pena. Pasar el mayor tiempo posible con esas figuras especiales que
nos traen luz, inspiración, coraje y un amor auténtico que todo lo sana.
Porque
ese, sí es el alivio a todos los males.
Imágenes cortesía de Kiyo
Murakami, Vladimir Kush
Fuente: el post completo y original lo puedes consultar en lamenteesmaravillosa
Comentarios
Publicar un comentario