La mayoría de las personas
padecemos de la necesidad imperiosa de manifestar verbalmente aquello que
sentimos, de comunicar nuestra opinión, de aconsejar, de advertir, de consolar
y muchísimas veces nuestras palabras serán bien recibidas.
Sin
embargo, en muchas ocasiones debemos sencillamente guardar silencio,
reservarnos nuestra opinión, evidentemente excluyendo los casos en los cuales
nuestra palabra sea determinante para preservar la integridad de alguien o
situaciones extremas en las que una injusticia esté manifiesta, podamos evitar
un mal o cualquier caso que requiera nuestra oportuna participación.
Afortunadamente en la
mayoría de los casos en los cuales tenemos la posibilidad de manifestarnos, no
llevan consigo altos riesgos y podemos prudentemente limitarnos a no decir nada
al respecto.
Hay quienes solo buscan ser
escuchados, que no quieren una opinión, consejo, juicio, solamente nos utilizan
para desahogarse en un momento determinado y no quieren, más que requerir,
escuchar nada al respecto, y esto debemos respetarlo.
Otro grupo de personas no
actúa queriendo recibir feedback alguno, quieren llevar su proceso de
crecimiento sin intervención de terceras personas, sin escuchar otros puntos de
vista.
Definitivamente algunas
veces resulta enriquecedor poder escuchar otras opiniones diferentes a la
nuestra en relación a un tema o situación particular, pero lo cierto es que
nadie puede forzar a otro a que lo escuche, nadie debe someter a otro a algo
que no se quiere recibir, aun cuando esto sea palabras cargadas con la mejor
intención.
Cada uno tiene su verdad, su
consciencia, su experiencia y debemos respetar cuando a cada quien le basta con
su visión, o prefiere otras visiones diferentes a la nuestra, sin que esto
represente para nosotros un problema o nos genere incomodidad.
En el caso de los
sentimientos y su expresión, aunque resulte sano aflorarlos, manifestarlos,
debemos entender que no siempre serán bien recibidos. Lamentablemente solo lo
sabremos cuando los manifestemos, aunque siempre habrán señales que nos ayuden
a preservar nuestra integridad y nos evite exponernos a incómodas situaciones.
Evidentemente no podemos
tomar esta visión como la bandera para actuar de ahora en adelante, guardando
silencio, reservándonos nuestra opinión, ocultando sentimientos. No, solo se
debe tener en cuenta que no siempre las palabras son bien recibidas, que a veces
es preferible otorgar un silencio oportuno a decir cosas que no quieren ser
escuchadas.
Estemos atentos para
identificar cuándo nuestras palabras desencajan, cuándo el silencio es el mejor
recurso y cuándo podemos libremente abrir nuestras opiniones ante quien nos
escucha. Tus palabras pueden ser muy valiosas, pero son como los sentimientos,
no todos lo merecen o no todos quieren recibirlos, aprender a callar es de
sabios.
Fuente: el post completo y original lo puedes encontrar en rincondeltibet
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