¿Te
gusta dormir la siesta? La ciencia avala los beneficios físicos y psíquicos que
deparan las cabezaditas diurnas.
La psicóloga de la
Universidad de California Sara Mednick ha clasificado las siestas en función de
las necesidades que cada persona precise cubrir. De diez a veinte minutos es
ideal para despejar la mente y volver a trabajar con rapidez. Con una hora se entra
en el sueño de onda lenta, que ayuda a recordar datos, lugares y caras. Una
hora y media constituye un ciclo completo de sueño REM y se recomienda para
mejorar la creatividad y la memoria emocional.
Estas
son algunas de las ventajas de la siesta:
1. Actúa como un
seguro cardiovascular
Para proteger el corazón, la
siesta tiene que ser un poco prolongada, concretamente de 45 minutos. Se
necesita este tiempo para que disminuya la presión arterial después de un día
estresante, según el Allegheny College de Pensilvania, en EE. UU. Sus
investigadores lo comprobaron en 2011 con la ayuda de 85 universitarios, de los
que la mitad durmieron después de comer y la otra mitad no. La conclusión fue
inequívoca: el sueño disminuía la tensión y el ritmo cardiaco tras un episodio
de tensión psicológica. El efecto cardioprotector es tan evidente que, en
opinión de los especialistas, las personas con esta costumbre tienen casi un 40
% menos de probabilidades de sufrir un infarto.
2. Equivale al sueño
de una noche
Lo dice Sara Mednick, de la
Universidad de California, en EE. UU. Y no hace falta que la siesta sea muy
larga: treinta minutos son suficientes. La investigadora estudia sus
consecuencias en el metabolismo y en las capacidades cognitivas, y sostiene que
este tipo de descanso reduce las ganas de comer, favorece la creatividad,
mejora la percepción y potencia la memoria, el aprendizaje e incluso la vida
sexual. Lo mejor de todo es que el tratamiento no tiene efectos secundarios,
salvo la sensación de somnolencia si se alarga mucho.
3. Acorta los
tiempos de reacción
El pionero en medicina del
sueño William Dement suele explicar que los científicos de la NASA se
convirtieron en entusiastas de la siesta cuando midieron sus efectos en los
aviadores que tenían que volar largas distancias a través del Pacífico.
Interrumpir su actividad para sestear veintiséis minutos durante la travesía
tuvo efectos sorprendentes: los pilotos solo tuvieron 34 microsueños de entre
tres y diez segundos de duración y su tiempo de reacción mejoró. En cambio, los
que no descansaron registraron 120 microsueños, y lo que es peor, veintidós de
ellos cuando el avión descendía para aterrizar.
4. Nos hace más
productivos
¿Qué es mejor, arrastrar el
cansancio durante la jornada laboral vespertina o interrumpirla durante diez
minutos para poner a punto el cerebro? El neurofisiólogo del Hospital Ramón y
Cajal de Madrid Antonio Pedrera apunta que uno de los efectos demostrados de
echar una cabezada es la mejora de la productividad. Ocurre si se hace después
de la comida y también por la noche: "A las personas que trabajan en el
turno nocturno, un descanso de solo quince minutos a mitad del mismo les
permite seguir después a pleno rendimiento". Los sesos no necesitan más
tiempo para ponerse a tono: "Es un reseteo rápido como el que hace un
ordenador cuando lo apagamos y lo volvemos a encender".
5. Imprescindible
para crecer
La doctora María Sainz, jefa
del Servicio de Medicina Preventiva del Hospital Clínico San Carlos de Madrid,
tiene claro que sestear "es una práctica que seguirá existiendo porque
responde a una necesidad fisiológica". Si tuviera que prescribir la siesta
como tratamiento obligatorio a alguien, no duda que sería a dos grupos: bebés y
adolescentes. Su desarrollo depende, en buena medida, de la cantidad de horas
que duerman. "Hasta los dieciocho o veinte años es imprescindible, porque
el cuerpo está en plena progresión y la hormona del crecimiento solo se libera
cuando se descansa", explica. Los bebés lo hacen entre doce y dieciséis
horas hasta los tres años. A ellos no hace falta insistirles, pero los
adolescentes suelen dormir menos de las ocho o nueve horas que deberían, y
echar la siesta compensaría lo que le roban al sueño por las noches.
6. Cabezadita para
despejar
Leon Lack, profesor de
psicología de la Universidad Flinders, en Australia, dice que hay una forma
infalible de poner a pleno rendimiento la mente después de la comida: diez
minutos de sueño. Una pausa rápida es más efectiva que una de media hora, según
comprobó en un grupo de veinticuatro voluntarios a los que sometió a tareas de
agilidad mental tras el descanso. La agudeza de los que durmieron poco fue
evidente de inmediato y durante un periodo de dos horas y media, explica en su
investigación, mientras que los que descansaron treinta minutos se vieron
arrastrados por lo que los especialistas conocen como inercia del sueño. Dicho
de otra forma: tardaron en despertarse.
7. Mejora el estado
de ánimo
"No hay más que ver el
berrinche de un bebé con sueño para caer en la cuenta de los efectos de la
siesta: es un magnífico antídoto contra la irritabilidad y una terapia óptima
para mejorar el ánimo", dice la doctora Sainz. Practicada desde la
infancia, constituye una vacuna emocional. Una investigación de la Universidad
de Colorado, en EE. UU., apunta que los pequeños que se saltan la siesta tienen
más riesgo de padecer trastornos anímicos más adelante. Los científicos
comprobaron que a los niños de tres años que se les privaba de ella tenían un
descenso de un 34 % en las respuestas emocionales positivas.
Fuente: el post completo y original lo puedes encontrar en muyinteresante
Por: Francisco Cañizares
Comentarios
Publicar un comentario