4 Pequeñas historias que no puedes ignorar

Soy la hija más feliz del mundo. Mis padres siempre están dispuestos a compartir muchos momentos divertidos juntos que muestran lo mucho que se aman. Por ejemplo, cuando mi mamá se levanta la mitad de la noche para ir al baño o a tomar agua, mi papá se levanta rápidamente, pone unas revistas y libros debajo de la almohada de mi mamá, pone al gato encima y lo cubre todo con la sábana. Cuando mi mamá vuelva a su dormitorio, mi papá pretende haber estado dormido todo el tiempo. Mi mamá siempre grita, “¡Te voy a matar!”. Coge las revistas y su almohada y se las tira a mi papá. Puede que se enoje un poquito un par de minutos, pero luego se besan y abrazan y vuelven a dormir. Mi mamá tiene 50 años y mi papá 55. ¿Quién dice que se debe dejar de ser divertido cuando creces?

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Mi gato me salvó la vida. Me estaba duchando cómodamente en la tina y mi gato estaba durmiendo en una esquina del baño. El agua de pronto se enfrió, entonces me paré para abrir el agua caliente y de pronto resbalé y caí. Me desperté gracias a que alguien golpeaba mi cara. Resulta que al caer quedé inconsciente durante unos minutos y estaba a punto de ahogarme, pero mi gato había empezado a maullar y a golpear mi cara sus pequeñas patas para despertarme.
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Una tarde, estaba en la estación de tren comprando el boleto para volver a casa. Tenía la cantidad exacta de monedas para comprar el boleto. Al insertar las monedas, la máquina se comió 3 de mis monedas sin contarlas. Empecé desesperadamente a buscar en cada rincón de mi abrigo y mochila algunas monedas, pero nada.  Ya resignado me dijo a mí mismo, “Rayos, ¿de donde voy a sacar el dinero que me falta ahora?”. De la nada escuché una voz que me dijo, “Aquí estoy yo”. Al voltear, veo que es una de las personas que siempre pide limosna en el metro y no tiene hogar. Está con una mano estirada con las monedas que me faltaban para volver a casa. ¡Y mucha gente dice que ya no existe la bondad en el mundo!
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Cuando fui a la universidad, tenía que viajar todos los días en tres y luego en metro ya que vivía fuera de la ciudad. Desde el primer día, me llamo la atención un chico que tomaba la misma ruta que yo. Por alguna razón, parecía estar siempre corriendo cuando hacíamos el cambio de tres a metro. Nos robábamos muchas miradas todo el tiempo. Durante todo el primer año, él siempre llegaba antes que yo a al metro así que decidí entrenar durante todo el verano para ver si podía alcanzarlo. Cuando empezaron las clases de nuevo lo vi y no pude contenerme más tiempo, decidí que nos debíamos conocer. Como de costumbre, al salir del tren, se dirigió como una bala hacia el metro, pero yo di todo de mi para seguirle paso. Al alcanzarlo, lo único a lo que atiné fue a quitarle el sobrero que llevaba e irme corriendo. Él me empezó a seguir gritando, “¡Devuélveme mi sobrero!”. Yo no pude contener la risa y al distraerme, resbalé, caí al suelo y me rompí la nariz. Al ver mi caída, el trato de frenar y también se resbaló, rompiéndose el brazo. Y así es como conocí a mi esposo (Creo que el piso estaba mojado).
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