10 Errores en el amor que jamás repetirá una mujer madura

Tengo casi 42 años y, de vez en cuando, me gusta decir que no creo en el amor, romance y felicidad eterna. Con los hombres soy muy derecha: sin vacilación les digo qué me gusta y qué no. Los mando al diablo también sin dudar.

De vez en cuando me pregunto: ¿acaso mi corazón se convirtió en una piedra y mi alma se hizo pequeña? Porque antes podía esperar un día entero un mensaje de texto, iba al fin del mundo si él me invitaba, sin pensar le hacía regalos caros con tal de hacerle algo agradable, le preparaba desayunos y comidas de sus platillos preferidos, molestaba a mis amigas con las eternas preguntas: “Me dijo esto, ¿qué quería decir?“. Obviamente, con ”él" me refiero a diferentes hombres: a uno lo amaba, con otro vivía, del otro estaba enamorada o sentía atracción.

Cada vez estaba dispuesta a hacer lo que fuera por amor. Si ahora esta disponibilidad desapareció, ¿querrá decir que también desapareció mi habilidad de amar?
¿Cómo entender qué es lo que te gusta, dónde están tus límites y quién eres sin obtener todo tipo de experiencia? Por eso en la juventud, con disponibilidad, nos metemos en todo tipo de experimentos: con el aspecto físico, la profesión, el sexo, el amor.


Después de los 25, ya tenemos un armazón: una formación, una experiencia laboral, algunos errores con el sexo y el amor. Ya no somos tan desenfrenados con los experimentos, tenemos más claridad en nuestros objetivos. Muchos ya se casan y tienen hijos. O empiezan a construir una relación con perspectivas de todo eso. Entendemos algo sobre la vida pero entendemos muy poco sobre nosotros mismos. Confundimos nuestros deseos con los deseos de la sociedad. Sustituimos el amor con el sacrificio. Nos parece que, para no ofender a nuestra pareja, debemos consentirla.

Esto no quiere decir que no necesitamos a nadie. ¿Nos volvimos exitosas, egoístas, solteras autosuficientes? No. Igual que a los 20, queremos amor, queremos calidez, queremos relaciones. Simplemente entendemos que en una relación sana, todo esto debe ser mutuo. El hombre o quiere lo mismo, o se va rápido de nuestra vida. Como decía Omar Khayyam: "no necesito a aquel que no me necesita".
Por eso yo ya...

1. No espero llamadas ni mensajes de texto de los hombres.

Le escribo yo o elimino los contactos de aquellos que no tienen tiempo para una respuesta corta: "Disculpa, hoy estoy ocupado, te marcaré cuando me desocupe".

2. No voy a las citas si el lugar y el momento no me parecen comodos.

Si al hombre no le interesa ni tiempo ni deseo ni la comodidad de la mujer, quiere decir que, en general, no le interesa la mujer. Y yo no necesito a un hombre así.

3. No perdono la ausencia de regalos por mi cumpleños y otras fechas importantes para mí.

Me gustan los hombres a los que les agrada gastar dinero en la mujer que quieren, es decir, en mí. Las personas tacañas en el plano económico, por lo general, suelen ser tacañas en todo lo demás. Ignorar las fechas importantes para una persona es mostrar negligencia hacia la persona en general.

Aquellos de quienes nos enamoramos, nos inspiran ganas de consentirlos y complacerlos. Todo lo que les importa se vuelve importante también para nosotros. Si no es importante, si le duele compartir algo conmigo, si se le ha olvidado... esa persona puede olvidarse de mi número de teléfono también.

4. No intento justificar la inestabilidad y falta de éxito de los hombres.

Esto no significa que solo busco dinero en un hombre. Pero tampoco aceptaré “contigo pan y cebolla“, eso ya no aplica para las mujeres maduras. Nos comemos nuestros ”panes y cebollas“ a los 20 y a los 30 años, pero a los 40 ya tenemos (o, al menos, debemos tener) una vida cómoda construida con nuestros esfuerzos, y no puede haber ninguna justificación.

5. No me callo aquello que no me gusta.

Por supuesto, no molesto a mi pareja por cualquier tontería. Pero existen cosas que otra persona no sospecha solo porque es otro ser.

Si no me gusta la alta velocidad, me asusta, no me quedo callada ni tampoco doy suspiros de admiración si el hombre alcanza 180 km/h. Tampoco le digo irritada: “¿A dónde vas tan de prisa? ¡Mira cómo estás manejando!”, le digo tranquilamente: ”No conduzcas tan rápido, por favor, me pongo nerviosa, me da miedo".

6. No me da miedo hacer todo tipo de preguntas. También estoy dispuesta a dar respuestas.

En la juventud nos da miedo aclarar lo inentendible porque no queremos asustar, preocupar o lastimar a nuestra pareja. Pero precisamente esta falta de claridad nos hiere a nosotras mismas. Ya no quiero más heridas, por eso prefiero aclarar todo.

7. No tomo el sexo por el amor. El sexo puede estar relacionado con el amor, pero no siempre.

El amor para mí es que planche su camisa, que se quede callado conmigo en la mañana porque a esa hora no me gusta hablar, que recuerde cómo se llama mi gato y cuántas cucharadas de azúcar le pongo al café, que me traiga un ramo de rosas recién cortadas, que sin decir una palabra repare un grifo que escapa agua. Si nada de esto existe y solo hay sexo, quiere decir que solo dormimos juntos.

8. No siento celos por los amigos o el trabajo de mi pareja.

Ni tampoco por los hijos de sus relaciones anteriores. Si el hombre me ama, encuentra tiempo para mí. Me incluye en su itinerario agitado de reuniones, viajes, futbol con amigos o paseos con su hijo. Porque también vivo una vida llena de eventos.
Si ambos encontramos tiempo el uno para el otro, significa que todo está OK, tenemos una relación.

Si soy la única que encuentra tiempo para una relación, y el hombre está ocupado a cada instante, quiere decir que necesito buscar a alguien más.

9. No plancho camisas de hombres no me gusta planchar.

Si apenas puedo obligarme a planchar las mías. Ya no hago nada para el hombre que me cueste mucho trabajo. Si me ama, planchará su camisa por su cuenta.

10. No busco lucir mejor para el hombre. 

Al contrario, cuando apenas nos conocemos, puedo ser peor, más cínica, más directa. No me avergüenza hablar de mis problemas o dificultades. A quien le intereso, siempre mirará más allá de lo físico. A quién no, pasará de largo.

Tengo casi 42 años. Soy difícil de quebrantar, doblar o exterminar. Me he vuelto fuerte. Sin embargo, aún quiero amar. Simplemente no siempre estoy dispuesta a hacer sacrificios por ello. El amor es creación, no sacrificios o destrucción. Así que empecemos a crear.

Fuente liza 
Imagen pexels 
Autor Psicóloga Elena Shpundra

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