A casi nadie le gusta que le
mientan. Sin embargo, según un experimento llevado a cabo por psicólogos de la
Universidad de Massachusetts, el 60% de las personas es capaz de contar una
media de tres mentiras en apenas 10 minutos de conversación con un desconocido.
Por supuesto, generalmente se trata de pequeñas mentiras y omisiones de la
verdad, pero lo cierto es que muchas personas también estarían dispuestas a
decir“mentiras piadosas”.
Las mentiras piadosas son
esos engaños que, aparentemente, están justificados, porque tienen el objetivo
de evitar que otra persona sufra. Alguien decide ocultar la verdad para que
otro no tenga que lidiar con una realidad demasiado difícil. Sin embargo, las
mentiras piadosas no son buenas, y suelen tener motivos ocultos.
Cinco verdades que
esconden las mentiras piadosas
1.
Implican un juicio condescendiente. Una mentira piadosa siempre
implica que alguien ha decidido que no contamos con los recursos psicológicos
suficientes como para lidiar con la verdad. Cuando alguien decide esconder la
realidad por el “bien” del otro, presupone que esa persona no es capaz de
asumir determinadas consecuencias. Por tanto, este tipo de mentiras siempre
implican un juicio sobre nuestras capacidades, una valoración que no siempre es
adecuada. De hecho, a muchas personas lo que más daño les causa es saber que
alguien creyó que no estarían a la altura de la verdad o que simplemente no
merecían saberla.
2.
Nos impiden decidir conscientemente. Recurrir a una mentira
piadosa implica arrebatarle a alguien la posibilidad de decidir, quizá incluso
sobre su destino o un acontecimiento importante de su vida. Obviamente, tomar
decisiones de espaldas a la realidad no es bueno. Cuando nos mienten y nos
ocultan una parte de la realidad, nos condenan a vivir en la ignorancia, una
ignorancia que puede ser muy dañina y que puede traernos consecuencias que no
somos capaces de anticipar. De esta forma, al enfrentarnos al problema, solo
estaremos buscando soluciones para una parte de la realidad, obviando el resto.
Por supuesto, en estas condiciones, la solución que encontremos será un mero
parche que no servirá para detener la hemorragia.
3.
Nos arrebatan los sentimientos. Hay hechos que duelen. No
podemos negarlo. Sin embargo, ningún sentimiento es inútil. A lo largo de la
vida sufrimos y lloramos por muchas causas, todos esos sentimientos no caen en
saco roto sino que forman parte de nuestro bagaje emocional, nos convierten en
personas más fuertes y sensibles, nos permiten comprendernos mejor y hasta nos
ayudan a cambiar nuestra ruta, poniendo rumbo a un lugar donde estemos mejor.
De hecho, lo más curioso de muchas de las mentiras piadosas es que a veces
esconden una verdad que ya sospechamos, por lo que en realidad seguimos
sufriendo, víctimas de la desazón y la incertidumbre.
4.
Nos impiden crecer. Las mentiras piadosas normalmente esconden
un problema. Sin embargo, lo cierto es que se basan en una concepción errónea
de la palabra “problema”, cuya raíz etimológica realmente significa “proyecto”.
De hecho, los problemas no son negativos en sí mismos, son una oportunidad para
crecer y desarrollar nuevas herramientas psicológicas que antes no teníamos.
Por eso, en muchos casos esconder un problema o mentir al respecto implica
negarle a alguien una oportunidad de cambio y crecimiento.
5.
Nos hacen mucho daño. Aunque venga acompañada con el adjetivo
“piadosa”, lo cierto es que sigue siendo una mentira. Y las mentiras pueden
doler mucho más que la realidad que estaban intentando ocultar porque la
persona se siente traicionada en lo más profundo. Como consecuencia, se produce
una pérdida de la confianza y la relación se resiente. En verdad, no hay nada
más desgarrador que una mentira, sobre todo si proviene de personas a las que
queremos o estimamos.
¿Las mentiras
piadosas sirven para proteger a los demás o a nosotros mismos?
En ocasiones recurrimos a
las mentiras piadosas para evitar un conflicto. En el fondo, creemos que esa
persona no está preparada para comprender o asumir nuestra perspectiva, por lo
que preferimos mentir.
En esos casos, con esa
mentira “piadosa” no estamos solo protegiendo al otro, sino también a nosotros
mismos, nos protegemos de una discusión y evitamos dañar una relación que para
nosotros tiene algún valor. De hecho, en muchas situaciones nos resulta más
práctico y rápido recurrir a una mentira que utilizar el tacto para contar una
verdad.
De hecho, un experimento
realizado en la Universidad de Ámsterdam desveló que las personas suelen mentir
cuando pueden justificar esa mentira ante ellas mismas. De esta forma no se
produce una disonancia cognitiva; es decir, pueden mentir y, a la misma vez,
seguir creyendo que son personas honestas. Recurrir al término “mentiras
piadosas” vendría siendo más o menos lo mismo.
En este sentido, un grupo de
psicólogos de la Universidad de Harvard descubrió que a los 7 años los niños ya
son capaces de decir mentiras piadosas, y las dicen cuando perciben que harán
sentir mejor a la otra persona. Curiosamente, esa capacidad surge en la misma
etapa en que aparecen los comportamientos prosociales, lo que sugiere que las
mentiras piadosas también son un mecanismo social adaptativo.
Sin embargo, lo cierto es
que no deberíamos vernos obligados a mentir.
La sinceridad no duele,
lo que duele es la realidad
Lo cierto es que la
sinceridad solo le duele a las personas que viven en un mundo de mentira. La
sinceridad en sí no duele, lo que duele es la realidad. Y no podemos cambiar la
realidad, solo esconderla.
Obviamente, hay personas que
prefieren vivir en un mundo de fantasía y falsedad para no tener que lidiar con
la realidad. En esos casos, aunque no compartamos su actitud, debemos
respetarla. Sin embargo, también debemos ser conscientes de que es muy peligroso
dejarse arrastrar a su mundo.
Mantener una relación con
este tipo de personas, sea cual sea el lazo afectivo que nos une, es muy
complicado porque nos sentiremos continuamente en la cuerda floja, de un lado
se encuentra la mentira que no queremos decir y del otro la verdad que no
quieren oír. Obviamente, estas relaciones son agotadoras, además de ser falsas.
La verdad construye,
la mentira destruye
Todos estamos dotados de
diferentes herramientas psicológicas, algunos tienen una caja de herramientas
muy bien equipada, otros aún tienen que desarrollarla. No obstante, si les
arrebatamos la posibilidad de enfrentarse a los problemas de su vida, también
les quitamos la oportunidad de crecer y desarrollarse.
En todo caso, la realidad
existe con independencia de nuestros buenos deseos y no se adapta a nuestras
mejores intenciones, por lo que no tenemos el derecho de decidir qué parte de
la realidad contar y cuál esconder. Debemos recordar que, aunque duela, la verdad
siempre construye, mientras que la mentira, cuando es descubierta, destruye.
Fuente: el post completo y original lo puedes encontrar en rinconpsicologia
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