Por Roger Andre Aldana de Psicopedia
La agresividad como tema
serio se comenzó a investigar cerca de mediados del siglo XX y al ser un tema
extenso y universal se ha convertido en un objeto de estudio
multidisciplinario. Ramas de la ciencia como la psicología, la sociología, la
etología y la biología han aportado grandes descubrimientos al tema.
Imagen:Pexels |
De los varios estudios y
observaciones que las ciencias han hecho sobre la conducta humana, y más
específicamente sobre la agresión, han surgido algunas teorías e hipótesis en cuanto
a su origen y evolución.
Todas estas teorías, por más
diferentes que sean, tratan de resolver interrogantes comunes como:
¿Es la conducta agresiva
humana innata o un simple fenómeno aprendido por la observación? ¿Se entiende a
la agresión como un factor arraigado e imposible de eliminar, o como una
actitud que se puede extinguir?.
Independientemente de si la
agresión es algo con lo que nacemos o es algo que adoptamos, con el simple
método de observación de los acontecimientos globales podemos concluir algo
cierto: que la violencia es algo que se produce en todo el mundo, en todas las
culturas, en todas las épocas históricas y en todos los estratos sociales.
Es un problema del que
ningún país puede librarse y evidentemente es un problema que va en aumento. De
allí la importancia que primero tiene el comprenderla para luego saber como
prevenirla.
La agresión como instinto
Los diccionarios y autores
del tema definen a la agresión como un acto negativo meramente impulsivo y cuyo
objetivo es dañar a la persona o destruir la propiedad. En mi opinión, los
diccionarios tienden a tener un concepto negativo de la agresión, así mismo
algunas investigaciones han logrado encontrarle un lado positivo el cual podemos
utilizar en nuestro favor.
Estudios como el de Lorenz
(1966) y la aportación que hizo a la etología con su libro “Sobre la Agresión”
señalan que la agresión es un instinto y que en condiciones naturales es
necesario para la conservación de la vida y de la especie. Sin embargo, la agresión
desarrolla un papel fundamental sirviendo como “motor y motivación” en
comportamientos cotidianos.
Lorenz escribió: “No se sabe si considerar paradoja o lugar común el hecho de que en los lazos personales más íntimos que unen a los seres entra mucho de agresivo.” (Pág. 54) y más tarde también expresa: “Es probable que todo cuanto está relacionado con la ambición, el afán de escalar puestos o subir de categoría y otras muchas actividades indispensables, desaparecerían de la vida humana si se suprimieran las pulsiones agresivas.” (Pág. 313)
Basándonos en esta teoría
etológica podemos concluir que la agresión es un instinto innato, y al ser un
instinto se vuelve necesaria para la supervivencia del hombre y para el
desarrollo integral de la persona. Ahora el problema surge cuando se es
imposible de distinguir la línea que divide la agresión de ser una herramienta
de superación a una herramienta cuyo propósito es causar daño en beneficio
propio.
La agresividad aprendida.
Enfoques actuales para la prevención
En su libro “Developmental
Origins of Aggression” (2005) Richard E.Tremblay y Daniel S. Nagin afirman que
los niños nacen con cierta disposición a imitar e integrar las conductas
agresivas antes que aprender conductas pacifistas. Si bien es cierto esto, más
que la conciencia del niño son factores externos los que influyen en cuanto a
la enseñanza de conductas violentas.
Factores fundamentales como
las relaciones familiares, el ambiente sociocultural y la escuela son los
maestros de nuestros hijos. Eron (1983) afirma que la agresión es con
frecuencia una conducta aprendida a edades muy tempranas y que se puede
aprender muy bien, generalizándose a diversas situaciones.
Si bien ya se ha comprobado
que los primeros conocimientos infantiles se adquieren por medio de la
observación e imitación, se tiene que ser consciente sobre las fuentes que
actualmente están educando a nuestros hijos.
La televisión, que es el
medio más accesible para las personas, esta saturado de mensajes consumistas y
egoístas. Incluso las que mencionamos como “caricaturas infantiles” tienen
contenido relacionado con la violencia. Es totalmente nuestra responsabilidad
la de controlar el acceso que tienen nuestros hijos a semejantes mensajes, que
seamos nosotros conscientemente los que llenemos nuestra cabeza con basura pero
no los expongamos a ellos.
Aunque la televisión sea uno
de los factores con mayor fuerza influyente hay uno aun mayor, la fuente de la
que el niño adopta más conductas: el progenitor con el que más se identifica.
Ya sea el padre o la madre (pero ambos influyen), la fuente de identificación
es en la que el niño ve su complemento.
Es importante saber que los
niños estarán atentos de nuestros movimientos, nuestras miradas, nuestras
palabras, nuestros actos. Si los niños luego aceptan las conductas agresivas
como normales, es tiempo de caer en razón de que fuimos nosotros quienes
físicamente les enseñamos a nuestros hijos a comportarse violentamente.
Existen datos que confirman
la hipótesis de que cuando los niños han alcanzado una seguridad básica
producto de buena relación con la figura de apego establecen relaciones más positivas
con los demás, son más sensibles, más activos. Por el contrario cuando su apego
ha sido inseguro, tienen mayores dificultades de adaptación, se comportan de
forma negativa e ignoran a los demás (Liberman, 1977; Pastor, 1981;
Díaz-Aguado, 1986; Park & Waters, 1989).
En conclusión, si queremos
terminar con este circulo de violencia que golpea al mundo, debemos dejar de
ser violentos nosotros para que nuestras nuevas generaciones olviden lo que la
violencia significa.
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