Agresividad: ¿nacemos violentos o aprendemos a serlo?

La agresividad como tema serio se comenzó a investigar cerca de mediados del siglo XX y al ser un tema extenso y universal se ha convertido en un objeto de estudio multidisciplinario. Ramas de la ciencia como la psicología, la sociología, la etología y la biología han aportado grandes descubrimientos al tema.
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De los varios estudios y observaciones que las ciencias han hecho sobre la conducta humana, y más específicamente sobre la agresión, han surgido algunas teorías e hipótesis en cuanto a su origen y evolución.
Todas estas teorías, por más diferentes que sean, tratan de resolver interrogantes comunes como:
¿Es la conducta agresiva humana innata o un simple fenómeno aprendido por la observación? ¿Se entiende a la agresión como un factor arraigado e imposible de eliminar, o como una actitud que se puede extinguir?.

Independientemente de si la agresión es algo con lo que nacemos o es algo que adoptamos, con el simple método de observación de los acontecimientos globales podemos concluir algo cierto: que la violencia es algo que se produce en todo el mundo, en todas las culturas, en todas las épocas históricas y en todos los estratos sociales.
Es un problema del que ningún país puede librarse y evidentemente es un problema que va en aumento. De allí la importancia que primero tiene el comprenderla para luego saber como prevenirla.
La agresión como instinto


Los diccionarios y autores del tema definen a la agresión como un acto negativo meramente impulsivo y cuyo objetivo es dañar a la persona o destruir la propiedad. En mi opinión, los diccionarios tienden a tener un concepto negativo de la agresión, así mismo algunas investigaciones han logrado encontrarle un lado positivo el cual podemos utilizar en nuestro favor.
Estudios como el de Lorenz (1966) y la aportación que hizo a la etología con su libro “Sobre la Agresión” señalan que la agresión es un instinto y que en condiciones naturales es necesario para la conservación de la vida y de la especie. Sin embargo, la agresión desarrolla un papel fundamental sirviendo como “motor y motivación” en comportamientos cotidianos.
Lorenz escribió: “No se sabe si considerar paradoja o lugar común el hecho de que en los lazos personales más íntimos que unen a los seres entra mucho de agresivo.” (Pág. 54) y más tarde también expresa: “Es probable que todo cuanto está relacionado con la ambición, el afán de escalar puestos o subir de categoría y otras muchas actividades indispensables, desaparecerían de la vida humana si se suprimieran las pulsiones agresivas.” (Pág. 313)
Basándonos en esta teoría etológica podemos concluir que la agresión es un instinto innato, y al ser un instinto se vuelve necesaria para la supervivencia del hombre y para el desarrollo integral de la persona. Ahora el problema surge cuando se es imposible de distinguir la línea que divide la agresión de ser una herramienta de superación a una herramienta cuyo propósito es causar daño en beneficio propio.

La agresividad aprendida. Enfoques actuales para la prevención
En su libro “Developmental Origins of Aggression” (2005) Richard E.Tremblay y Daniel S. Nagin afirman que los niños nacen con cierta disposición a imitar e integrar las conductas agresivas antes que aprender conductas pacifistas. Si bien es cierto esto, más que la conciencia del niño son factores externos los que influyen en cuanto a la enseñanza de conductas violentas.
Factores fundamentales como las relaciones familiares, el ambiente sociocultural y la escuela son los maestros de nuestros hijos. Eron (1983) afirma que la agresión es con frecuencia una conducta aprendida a edades muy tempranas y que se puede aprender muy bien, generalizándose a diversas situaciones.
Si bien ya se ha comprobado que los primeros conocimientos infantiles se adquieren por medio de la observación e imitación, se tiene que ser consciente sobre las fuentes que actualmente están educando a nuestros hijos.

La televisión, que es el medio más accesible para las personas, esta saturado de mensajes consumistas y egoístas. Incluso las que mencionamos como “caricaturas infantiles” tienen contenido relacionado con la violencia. Es totalmente nuestra responsabilidad la de controlar el acceso que tienen nuestros hijos a semejantes mensajes, que seamos nosotros conscientemente los que llenemos nuestra cabeza con basura pero no los expongamos a ellos.

Aunque la televisión sea uno de los factores con mayor fuerza influyente hay uno aun mayor, la fuente de la que el niño adopta más conductas: el progenitor con el que más se identifica. Ya sea el padre o la madre (pero ambos influyen), la fuente de identificación es en la que el niño ve su complemento.

Es importante saber que los niños estarán atentos de nuestros movimientos, nuestras miradas, nuestras palabras, nuestros actos. Si los niños luego aceptan las conductas agresivas como normales, es tiempo de caer en razón de que fuimos nosotros quienes físicamente les enseñamos a nuestros hijos a comportarse violentamente.

Existen datos que confirman la hipótesis de que cuando los niños han alcanzado una seguridad básica producto de buena relación con la figura de apego establecen relaciones más positivas con los demás, son más sensibles, más activos. Por el contrario cuando su apego ha sido inseguro, tienen mayores dificultades de adaptación, se comportan de forma negativa e ignoran a los demás (Liberman, 1977; Pastor, 1981; Díaz-Aguado, 1986; Park & Waters, 1989).

En conclusión, si queremos terminar con este circulo de violencia que golpea al mundo, debemos dejar de ser violentos nosotros para que nuestras nuevas generaciones olviden lo que la violencia significa.

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