Escrito por Arturo Torres
Cuando somos pequeños,
algunos hábitos y malas experiencias pueden dejar huella por mucho tiempo.
La infancia es la etapa
vital en la que somos más sensibles a la influencia del entorno y al modo en el
que nos relacionamos con las personas.
No solo es la época en la
que empezamos a entender cómo es el mundo y construimos nuestra percepción de
la realidad sobre los fundamentos de esos aprendizajes, sino que nuestro
cerebro se desarrolla a un ritmo tan veloz que cualquier pequeña alteración en
la manera en la que se comunican nuestras neuronas puede dejar una huella... o
heridas emocionales que se irán reproduciendo en los años venideros.
Y es que el impacto que el
ambiente tiene sobre nosotros cuando somos niños puede ser un cambio para bien
o para mal. Los cambios para bien ya los conocemos: el aprender a leer,
movernos, comunicarnos, realizar operaciones, y todo lo relacionado con la
educación básica dentro y fuera de la escuela. Sin embargo, los cambios para
mal, que aflorarán en nuestra vida adulta, ya son más difíciles de identificar.
Las heridas que nuestra
niñez deja en nosotros
Las experiencias dolorosas
que ocurren durante nuestros primeros años pueden llegar a ser un borrón
confuso en nuestra memoria, por lo que no es fácil relacionarlas con los
hábitos y los patrones de conducta insanos de nuestra adultez.
Este listado de heridas
emocionales es una pauta para saber identificar esas huellas que pudieron dejar
una marca en nosotros hace años.
1. Actitud a la defensiva
La forma básica de
experiencia dolorosa es el maltrato fundamentado en las agresiones físicas o
verbales. Las personas que han sufrido golpes o insultos durante su niñez y/o
adolescencia tienden a mostrarse inseguras durante la adultez, aunque no
necesariamente tímidas. En muchos casos, un simple gesto con la mano puede
llegar a sobresaltarlas y a hacer que se pongan a la defensiva con un respingo.
Esta actitud a la defensiva
no solo se plasma físicamente, sino también psicológicamente: estas personas
muestran una propensión a la desconfianza, aunque no la manifiesten siempre con
hostilidad sino, en ocasiones, con educada reserva.
2. Aislamiento constante
Los niños y niñas que sufren
falta de cuidado pueden llegar a desarrollar grave alteraciones al llegar a la
edad adulta, especialmente si son sus padres quienes no les dispensan los
cuidados necesarios. Tal y como se empezó a ver a través de los estudios de los
psicólogos John Bowlby y Harry Harlow, el aislamiento durante la niñez está
relacionado con serios problemas afectivos y relacionales en la adultez, así
como con disfunciones sexuales.
3. Ansiedad y miedo a los
demás
Si el aislamiento se produce
de un modo más moderado, sus consecuencias en la edad adulta pueden llegar en
forma de dificultades en las competencias sociales y una intensa ansiedad a la
hora de entablar trato con desconocidos o de hablar para una audiencia de
muchas personas.
4. Miedo al compromiso
El hecho de haber
establecido vínculos afectivos fuertes que luego se truncaron de manera
repentina puede llevar a que aparezca un miedo a entablar otros lazos amorosos.
El mecanismo psicológico que explica esto es el fuerte dolor que produce recordar
lo que es sentir un fuerte afecto por alguien y pasar mucho tiempo con esta
persona: no se puede evocar simplemente esas experiencias agradables que se
pasaron en compañía sin pasar por la influencia de los recuerdos sobre la
pérdida de ese vínculo.
La filofobia, o miedo
extremo al enamoramiento, es un ejemplo de este fenómeno.
5. Miedo al rechazo
Tanto la negligencia como
los maltratos o el bullying escolar pueden hacer que nos sintamos predispuestos
a auto-excluirnos de los círculos sociales informales. Estar acostumbrados al
rechazo desde unas edades en las que no tenemos las herramientas para entender
que la culpa no es nuestra hace que dejemos de luchar por exigir un trato
digno, y el miedo al rechazo hace que ni siquiera nos expongamos a recibir las
valoraciones de los demás. Simplemente, nos dedicamos a pasar mucho tiempo a
solas.
6. Desprecio por los demás
Las heridas emocionales
recibidas durante la infancia pueden hacer que incorporemos conductas clásicas
de la sociopatía a nuestra manera de comportarnos. Como se tiene la sensación
de que los demás se han comportado como depredadores cuando éramos vulnerables,
pasamos a incorporar a nuestro esquema de pensamiento la idea de que la vida es
una guerra abierta contra los otros. De esta manera, los demás pasan a ser o
posibles amenazas o potenciales formas de alcanzar los objetivos que se ansían.
7. La dependencia
Haber sido sobreprotegidos
por los padres o tutores hace que nos acostumbremos a tener todo lo que
queremos y que, al llegar a l vida adulta, vivamos en un eterno estado de
frustración. Lo más negativo de esto es que, para huir de esta frustración, se
busca una nueva figura protectora, en vez de luchar por aprender las conductas
necesarias para ganar autonomía sobre la propia vida.
Es una clase de
comportamiento típico de las personas que han sido acostumbradas a mostrarse
caprichosas y a exigir cosas de los demás.
8. El síndrome del esclavo
satisfecho
Haber sido sometidos a
situaciones de explotación durante la infancia, aunque ésta consista en estar
obligados a pasar la mayor parte del día estudiando por exigencia de los padres
o tutores, hace que se muestre una predisposición a ser explotado en la vida
adulta. Se entiende de esta manera que el valor de uno mismo como persona que vende
su fuerza de trabajo es muy bajo, y que esto debe ser compensado a través de
largos periodos de trabajo diario.
En un contexto con mucho
paro, esto puede llevar al estancamiento profesional, ya que se tiende a
aceptar todos los trabajos precarios que se ofertan.
Además, se pasa a sentir
gratitud por las personas que se benefician de esta explotación, algo que puede
ser llamado síndrome del esclavo satisfecho.
Fuente: el post completo y original lo puedes consultar en psicologiaymente
Hola. Y cual es la cura o tratamiento cuando se padece esto?
ResponderEliminarGracias
Yo quisiera tomar una terapia de reeducación emocional, yo olvide mucho sobre mi infancia y no sé porqué, mis hermanos me cuentan cosas que yo no recuerdo nada, pero será muy cara esa terapia?
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