1. Olvidar
quitártelos antes de ir a la cama.
Al despertar encuentras tus
lentes doblados y además una gran marca en tu cara, suele pasar.
2. Bromas
poco creativas en la escuela.
Lo único
que escuchas es “¡Oye, cuatro ojos!” tantas veces que prácticamente tú debes rogarles para que sean un poco más originales
3. La
torpeza al besar a alguien que también tiene lentes.
Es como jugar a los carros
chocones … pero con lentes.
4. Ejercitarse
con lentes es realizar un doble esfuerzo.
Si olvidas quitarte tus lentes
antes de ir al gym o de salir a correr, intenta ejercitarte sin que estos
salgan disparados en cualquier momento.
5. Sentir
unos lentes fantasmas cuando no los tienes puestos.
Aunque estés usando lentes de
contacto, instintivamente siempre buscarás acomodar tus lentes a tu cara como
usualmente lo haces.
6. Temer
a los días de lluvia.
Lluvias de abril traen flores
de mayo, pero también te hacen desear que tus lentes traigan un limpia parabrisas
incorporado.
7. Entrar
a la ducha con los lentes puestos.
Es muy temprano en la mañana,
tu cerebro aún está algo nublado. Ahora tus lentes lo están también.
8. Ceder
finalmente y conseguir una cuerda de seguridad de lentes.
Juraste nunca hacerlo, pero ahí
estás tú: Usando tus lentes como un collar. “Son muy convenientes,” te dices a
ti misma, tratando de ocultar tu leve vergüenza.
9. La
interminable rutina de “empujar hacia arriba” cuando estas transpirando.
No importa cuántas veces hayas
ajustado tus lentes, estos se siguen deslizando hacia abajo por el sudor y bueno,
¿la gravedad?
10. Nunca
poder tener tus lentes libres de manchas
No importa cuántas veces los
limpies, siempre queda al menos una pequeña mancha que no desaparece.
Escrito por Kevin Guanilo de Hoy Aprendí.
Escrito por Kevin Guanilo de Hoy Aprendí.
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