Lo que predomine en nuestra mente, será lo que
materializaremos en nuestra vida, por eso es prioritario tomar consciencia de
lo que mantenemos en ella.
“Tu peor
enemigo no te puede dañar tanto como tus propios pensamientos. Ni tu padre, ni
tu madre, ni tu amigo más querido, te pueden ayudar tanto como tu propia mente
disciplinada. Buda Gautama”
Disciplinar nuestra mente es cuestión de fomentar un
hábito, estar atentos a nuestros pensamientos, a nuestras emociones y aprender
a callarla de vez en cuando.
Nuestros pensamientos están allí permanentemente como
flotando en torno a nosotros, si alguno nos llama la atención, este desatará
una reacción en cadena, donde muchos similares se unirán.
Nuestra mente suele ser creativa, podemos imaginar los
peores escenarios, podemos manifestar miedo e inseguridades, nuestros
pronósticos pueden ser negativos y podemos adoptar una predisposición ante lo
que hacemos a corto, mediano y largo plazo.
Nuestros pensamientos están ligados a nuestras creencias,
muchas de ellas no tienen mucho argumento, pero para nosotros es real, por eso
es necesario realizar un trabajo de revisión de creencias en los principales
aspectos de nuestras vidas, para darles o restarles validez a nivel consciente.
Las creencias de merecimiento son las que pueden
determinar con mayor intensidad lo que logramos en la vida, qué creemos merecer
en todos los ámbitos, allí hay mucha tela que cortar y se requiere de un
trabajo de autoconocimiento y análisis profundo.
Las emociones nos dan alertas de si un pensamiento está
siendo favorable o perjudicial, nuestro cuerpo reacciona ante ese pensamiento y
lo traduce en sensaciones, que nos hablan bien o mal del pensamiento. Si
sentimos desagrado, inquietud, malestar, debemos hacer un escaneo de lo que
pasa por nuestra mente y tratar de no identificarnos con ese pensamiento,
restarle validez y dejarlo pasar, sin rechazarlo, aceptar su presencia sin
resistencia y sencillamente dejarlo ir.
Callar nuestra mente requerirá de una actitud meditativa,
estar atentos al momento presente, no desviar nuestra atención al pasado o al
futuro, solo enfocándonos en lo que hacemos. Si nos cuesta un poco de trabajo,
podemos dejar descansar nuestra mente por breves momentos realizando durante
unos minutos una respiración consciente.
Anidemos en nuestra mente lo que nos resulte positivo,
eliminemos las limitaciones que solemos incubar en ella y démosle espacio a lo
que nos hace crecer, lo que nos hace despegar nuestro vuelo, donde nos sentimos
capaces, fuertes, dotados con todo lo necesario para llegar a donde queremos
llegar.
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