“Cuando una mujer toma la decisión de abandonar el
sufrimiento, la mentira y la sumisión. Cuando una mujer dice desde el fondo de
su corazón: ‘Basta, hasta aquí he llegado’. Ni mil ejércitos de ego y ni todas
las trampas de la ilusión podrán detenerla en la búsqueda de su propia verdad.
Ahí se abren las puertas de su propia Alma y comienza el
proceso de sanación. El proceso que la devolverá poco a poco a si misma, a su
verdadera vida. Y nadie dijo que ese camino sea fácil, pero es ‘el Camino’. Esa
decisión en sí, abre una línea directa con su naturaleza salvaje y es ahí donde
comienza el verdadero milagro”.
La mente y el alma tienen sus propios ciclos y estaciones
que recorren diferentes estados de actividad y de soledad, de buscar y
encontrar, de descansar, de pertenecer e, incluso, de desaparecer.
Cuando una
mujer madura, las relaciones con ella son diferentes. Incluso la relación que
tiene consigo misma va un paso más allá.
Digamos que alrededor de los 40 es cuando una mujer
siente una necesidad que no puede dejar de atender: la de regresar a sí misma.
Este es el punto emocional en el que aprendemos a saludar a nuestros recuerdos
en el momento oportuno, a bailar y a calmarnos con ellos.
Es el momento en el que se ama el alma más allá de
nuestras equivocaciones y de lo terrenal. A partir de estas edades, amando a
nuestros semejantes se descubre un corazón sereno con sangre ardiente que nos
ayuda a comprender qué clase de criaturas somos, con nuestras fortalezas y
nuestras debilidades. Porque todos las tenemos a ambas y eso no es malo, sino
todo lo contrario.
La vuelta a la
casa del alma significa hacernos conscientes de todo lo que ha acontecido en
nuestra vida anterior y resolver aquellos conflictos creados en los ciclos
previos a la madurez.
El amor maduro
El amor maduro
significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia
individualidad.
No es fácil madurar en el amor, pero una vez que lo
logras nace un gran amor por ti misma que se basa en la dignidad y en el
respeto. Estos valores, a partir de cierta edad y ciertas vivencias, suelen
articular el resto de cariños de los que nutrimos a nuestro corazón.
Una mujer madura va más allá en su capacidad de amor
cuando comprende que la verdadera transcendencia del sentir ajeno se resume en
cómo se contempla a sí misma y a sus cambios.
Con el tiempo, el mundo femenino irradia una pureza que
se ve amenazada por una sociedad corrupta que hace que las mujeres corran a
buscar un refugio en sí mismas, no para huir cuando algo se pone difícil, sino
para afrontarlo.
Entonces encuentran que su verdadera casa no está en
ningún lugar alejado del mundo, sino dentro de ellas. De alguna forma, el amor
maduro es consecuencia de un proceso de individualización que puede llegar a
resultar muy doloroso.
Puede que este nos llegue antes o después, pero para
todas está precedido de unos años de distracción y descarrilamiento de nuestra
identidad emocional. O sea, ese no “saber dónde estás y cuál es tu lugar en el
mundo” que todos conocemos.
Sea por ingenuidad, por no prestar atención o por
ignorancia, el proceso de madurez nos ha hace sufrir el robo de una piel que
nos envolvía, la cual creíamos nuestra y a la que nos aferrábamos con fuerza.
Este
sufrimiento por la pérdida de su piel le hace a la mujer convivir durante un tiempo
con una parte de ella incompleta, lo que le ayuda a fortalecer su verdadero
recubrimiento emocional.
Es decir, que este robo se alza en cada caso como la
oportunidad de recuperar unos tesoros tan únicos y propios como son los dos
pilares de la liberación emocional: la determinación y el amor propio.
Como resultado, la mujer alcanza una gran sabiduría que
le hace vivir y amar de manera diferente, única y trascendente. De alguna
forma, es capaz de hidratarse y reconstruirse a sí misma, sintiéndose
enteramente ella englobada en su interior.
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Muy acertivo este proceso.
ResponderEliminarExcelente y muy asertivo articulo...me encanto. Que vengan muchos escritos mas asi...
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