Hay muchos tipos de finales:
unos que nunca llegan, otros que se repiten: finales con nuevos comienzos;
comienzos con finales escritos, hay finales felices y otras veces difíciles, y
los hay también de los que llegan sin avisar, sin una explicación, sin que te
dé tiempo a decir adiós. Este último quizás sea el más desleal, egoísta y
doloroso; en el que el silencio es la última palabra y tu imaginación la única
conocedora de una explicación.
Las mejores cosas suelen
llegar a nuestra vida por “casualidad” (o mejor dicho por “causalidad”), sin
buscarlas. Las bienvenidas siempre son casuales y rara vez buscamos una
explicación, nos conformamos con creer que ha sido cosa del destino o pura
coincidencia. Pero cuando alguien se va, cuando llega la despedida, necesitamos
verla, escucharla y sentirla para creerla, pero, sobre todo, necesitamos
entenderla. Y es el ¿por qué? la pregunta cuya respuesta buscamos sin cesar,
convirtiéndola en la única salida, en el único camino posible para seguir
avanzando sin mirar atrás.
Hay personas que son capaces
de matarte con sus silencios, te entierran sin epitafio, te dejan si un adiós,
ni siquiera un “lo siento, ya no te amo” o “no fuiste lo que esperaba”, o
simplemente un esto ya no puede continuar. Pero, si hubo algo bonito ¿por qué
estropearlo con un final tan absurdo? Por qué terminar todo así, a lo cobarde,
con lo fácil que es decir “he sido feliz”, pero se acabo.
Todos sabemos que todo
principio tiene un final, que es importante saber reconocer el momento de
acabar algo que ya no aporta valor a tu vida, que ya hemos dado cuanto podíamos
dar, que hemos aprendido lo necesario y que el punto final es inevitable, pero
lo que nadie merece es un final así, lleno de silencios. El hecho de una
“despedida sin explicar por qué” es una actitud agresiva y fundamentada en el
temor, ya que generalmente las explicaciones en medio de un estado de desorden
emocional no suelen ser positivas, y además el que se marcha no quiere que lo
detengan.
Es verdad que tenemos la
mala costumbre de siempre querer apalabrar lo evidente, buscamos siempre
explicaciones racionales, pero cuando somos capaces de ver más allá de lo
evidente, nos damos cuenta que hay señales que anuncian una despedida. Dicen
por ahí que hay preguntas que no tienen respuestas, pero no, eso o es verdad,
todas las tienen, pero no las queremos ver porque nos da miedo de no ser
capaces de cerrar la puerta y marcharnos o dejar marchar al que se quiere ir.
Muchos se hacen los ciegos a la realidad, no necesitas explicación cuando la
realidad siempre la tuviste de frente… y no la aceptaste!!
El hecho de que no te den
una explicación da lugar a “llenar esa incertidumbre” con pensamientos y
diálogos internos, Nos da por ser abogados y fiscales. Lo culpamos y
posteriormente lo defendemos, nos culpamos y nos damos cuenta de que somos
inocentes y libres de cargo. Pero lo único que hay, es lo que sabes y los
diálogos internos lo único que logran es hacernos daño.
El ego es otro personaje que
hace su entrada triunfal a la escena, nos pide siempre una respuesta, el querer
controlar todo, el buscar el por qué pasó eso, el querer forzosamente una
explicación, y es que para nadie es agradable sentirse desechado así nada más.
Pero, y si te preguntas ¿qué
tengo que aprender de esto? Pues es justamente esto. Que hay veces que las
cosas pasan y que no necesitamos saber por qué. Claro que duele, y mucho! Y
sólo con el tiempo te das cuenta que si alguien no tuvo el valor de darnos un
“¿por qué?”, fue mejor que se marchara antes de incluirlo en proyectos más
grande de nuestra vida en donde la falta de valor no tienen cabida.
No hay nada más bello y más
respetable que una persona sincera, que no se anda con rodeos y le gusta
aclarar todo, que desde un principio nos hace saber dónde estamos parados en
una relación.Siempre será mejor saber con certeza qué sucedió por doloroso que
sea.
Y aunque no hay adiós más
triste que el que no se dice, ni se explica, ni se entiende, la verdad es que
el más triste de todos es el que no queremos ver. Nunca es buen momento para
decir adiós, pero siempre, es necesario.
“Cuando decimos y aceptamos el adiós, cerramos una
puerta para abrir otra que permitirá la entrada a otras cosas positivas en
nuestras vidas.”
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