Estás cansada y sabes que
soportas mucha carga, a pesar de que a simple vista no haya nada sobre tu
cuerpo que lo indique. Esa carga es tan real como invisible y te aprieta, te
empuja a caer, te ahoga, te provoca ansiedad. A veces, hasta te falta el aire en
los pulmones y sientes que el tiempo se va mientras sigues ahí, tratando de
escapar de lo que te atormenta.
Llamamos carga a una masa
que ejerce un peso sobre nosotros, a una fuerza que actúa como un lastre contra
el movimiento que generamos en nuestro cuerpo y en nuestra mente de manera
voluntaria. Por eso, también llamamos carga a las vivencias y acontecimientos
que nos ponen contra las cuerdas y nos obligan a que los gestionemos
emocionalmente.
La carga emocional
Es un tópico bastante
cierto: la vida no es tan gratuita como parece, para disfrutarla exige
diferentes precios que tenemos que pagar irremediablemente. Uno de ellos es el
no dejar de vivir emociones, tanto buenas como malas, con las que no es
complicado muchas veces relacionarnos.
Estamos
expuestos diariamente a experimentar y mucho de lo que experimentamos es, en
ocasiones, complicado de asimilar. Estas cargas pueden ser
pequeñas y ligeras o tan grandes y traumáticas que lo más recomendable es que
solicites ayuda profesional para soportarlas.
“La única forma de combatir la congestión
es disminuir la carga.”
-Andrew Tanenbaum-
Sin embargo, en cualquiera
de los casos, la carga está ahí y que te destruya o no dependerá de las
herramientas que emplees para afrontarla y de la voluntad que tengas para
deshacerte de ella.
Herramientas que te
ayudarán a gestionarla
Una de las claves de la
inteligencia emocional es trabajar con herramientas que nos ayuden a mejorar el
contacto con aquello que nos toca el corazón: los acontecimientos negativos van
a formar parte de ti para siempre, pero no tienen porque convertirse en
lastres. ¿Cómo podemos lograrlo?
Comprender el daño: es
probable que te sientas acorralado por pensamientos negativos y que incluso
sientas como tu corazón se suma al peso que notas sobre la espalda. Por ello
sería muy beneficioso para ti que consiguieras, ahí donde te encuentras,
focalizar el daño que te está provocando y marcar unos límites que te ayuden a
potenciar las grietas por la que entra la luz.
Saber que quieres lograrlo:
es muy complicado encontrar las ganas de transformar ese estado de ánimo por
mucho que lo busquemos, pero es posible. Dicen que querer es poder, sobre todo
porque tenemos la capacidad de sacar la voluntad de dentro cuando más lo
necesitamos. La voluntad será lo único que te de las fuerzas suficientes para
moldear la forma en la que vives con tus cargas.
Ser consciente de que
olvidar no es superar: la mayoría de cargas llegan del pasado, pues son
sentimientos que vamos recogiendo a lo largo de nuestro camino. Puedes
repetirte en este caso que igual que las alegrías son alas para seguir volando,
las penas también pueden ser trampolines que nos impulsen a aprender de
nuestros errores. No las dejes dentro, exprésalas y libéralas para superar el
pasado.
Confianza en la fuerza
interior: aunque en determinadas circunstancias pueda serte de una gran
utilidad hablar de lo que te aflige con alguien e incluso es bueno que lo
hagas, no puedes olvidar que tu carga es tuya y aprender a vivir y deshacerte
de ella es ante todo un proceso de autoconocimiento y crecimiento personal.
“Recuerda lo que valga la pena recordar.
Ignora el resto”
-John Katzenbach-
Saca del alma el
peso, lleva el aprendizaje como equipaje
Cuando vamos a realizar un
viaje para el que tenemos que llevar un equipaje abultado necesitamos maletas
para meterlo y, sobre todo, organización para averiguar qué es más importante y
qué lo es menos. Con las experiencias que recogemos en nuestra vida ocurre lo
mismo: si pretendemos seguir adelante con el alma llena de peso no podremos
continuar.
De hecho, en el momento en
el que te hayas liberado de tus cargas y hayas recogido el aprendizaje
inmanente al hecho de haber cargado con ellas podrás darte cuenta de que, al
igual que cuando haces tu maleta para un viaje, vas a ser capaz de seleccionar
qué emociones tienes que llevar contigo y cómo tienes que llevarlas.
Verás, entonces, que la
condición es que la mente se sienta ligera, que ni las emociones ni los
pensamientos pesen sino que sean ese viento de cola que suma velocidad a los
barcos de vela.
“No hay que cargar nuestros pensamientos con el peso
de nuestros zapatos”
-André Breton-
En definitiva, la manera en
que lleves tu carga emocional es un signo de maduración íntima: recuerda que
ella está ahí para enseñarte algo y la sentirás más o menos pesada en la misma
medida en que aprendas de ella.
Este articulo fue realizado gracias a mujer.guru Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.
Vía Cristina Medina para lamenteesmaravillosa.
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