Las fronteras impuestas por
los hombres, a nivel político y geográfico, han podido de alguna manera
organizar, distribuir y de alguna manera tener cierta disciplina en cada
región, sin embargo, hoy día somos testigos de que el ser humano se ha ocupado
de traspasar esas fronteras, hoy más que nunca, la mezcla a nivel mundial es imparable,
las personas se trasladan, van y vienen, se funden, fusionan sus almas y hacen
vida en lugares distintos a sus lugares natales.
Sin embargo, curiosamente,
seguimos llamando extranjero a las personas que vienen de otros países, pero
evidentemente, esto obedece a una cuestión más semántica que otra cosa, pues el
espíritu a fin de cuentas, no es extranjero en ninguna parte, todos
pertenecemos al planeta tierra y a la raza humana.
“En cada niño nace la humanidad”. Jacinto Benavente
Las culturas suelen separar,
las tradiciones y las costumbres, pero la vida se abre paso, elabora y recorre
caminos que van más allá de cualquier división, y así ha quedado demostrado
desde siempre, aunque hoy día se haga más visible, los jóvenes se trasladan,
hacen familia, se mezclan y cada vez más se enaltece ese llamar de hermano,
como parte de la humanidad, sin distinción alguna.
Pueden existir muchos
criterios, opiniones y juicios en torno a quienes deciden hacer vida en países
distintos, quienes echan raíces en otras partes y se integran a sociedades
distintas, mantener hoy día esas diferencia no tiene mucho sentido, es un tanto
retrógrado pretender evitar que las personas se unan, especialmente cuando se
trata de mantener un sistema, una tradición o una especia de seguridad
ilusoria.
“La verdadera educación consiste en obtener lo mejor
de uno mismo. ¿Qué otro libro se puede estudiar mejor que el de la Humanidad?”
Mahatma Gandhi
Este tema puede ser objeto
de un gran debate, pues hoy día existen muchas percepciones en lo que respecta
a formar parte de otra sociedad, distinta a la de crianza, sin embargo, también
se ha demostrado la capacidad de adaptación, de integración y de unión del ser
humano, la solidaridad y la disposición con los demás seres humanos, pues a fin
de cuentas todo tiene un mismo principio y un mismo fin.
Más allá de los sistemas
económicos, políticos y culturales, existe una esencia que jamás nadie podrá
normar, esa esencia de la vida, del ser humano, esa chispa divina que nos hace
presentir, ser compasivos, amar y buscar cada vez unirnos, integrarnos y luchar
contra esas viejas creencias que separan y que destruyen.
La compasión y la
sensibilidad humana, se hacen cada vez más presentes, se manifiestan en
distintas áreas, en todos los géneros, en todas las clases, nuestros hijos se
rebelan contra el viejo sistema, acusan y señalan las divisiones y reclaman
unión y espacio común, sin embargo, insistimos en mantener esas separaciones
ilógicas e irracionales.
“Nosotros mismos somos
nuestro peor enemigo. Nada puede destruir a la Humanidad, excepto la Humanidad
misma”. Pierre Teilhard de Chardin.
El planeta es uno, dentro de
un inmenso universo, es la tierra, ocupado por una sola raza, la humana, donde
todos somos iguales, donde nadie nace por puerta falsa, donde todos nos
embarcamos en la luchas por causas comunes y donde el amor gobierna.
No podemos evitar que la
humanidad se encuentre, que las personas se unan, debemos más bien hacer un
esfuerzo por caminar con el ritmo preciso que lleva el progreso, donde se
deslastra del prejuicio, donde se desechan las diferencias, donde los
gobernantes y líderes, tiene que enfrentar algo más que sus supuestos enemigos,
deben hacer frente al progreso humano, a la evolución del pensamiento, y esto
acaba con cualquier frontera posible.
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