Para
ser felices tenemos que saber ignorar a muchas personas.
Tenemos que aprender a vivir y a desatender aquellas actos, palabras o
sentimientos que pretendan o consigan anularnos.
Sencillamente hay personas
que resultan conflictivas y que nos atormentan con sus quejas, con sus juicios
y con sus dramas. Esto puede resultar agobiante, abrumador y altamente tóxico,
pues condiciona nuestro bienestar a la incertidumbre de sus actuaciones.
Por eso
tenemos que dejar de alimentar aquellos intercambios que nos chupan la energía
y nublan nuestra realidad. Así que lo primero que hay que aprender
es a ignorar a cierta gente en aquellos momentos en los que nos estén haciendo
daño.
Aléjate de todo lo
que te aleje de ti
Aléjate de lo que te haga
daño, de lo que oscurezca tu vida, de lo que se convierta en siniestro. Aléjate
de las personas tóxicas porque tu salud lo agradecerá. No permitas que se
desmorone tu mundo.
La
balanza emocional debe inclinarse por el lado de tu bienestar y,
aunque el sufrimiento es inevitable y debemos aceptarlo, es imprescindible que
lo sepamos manejar a voluntad. O sea, que a los demonios a veces hay que
abrazarlos para lograr verlos como “menos malos”.
No te olvides de que de vez
en cuando tenemos que descargarnos. La mente, como el cuerpo, debe
desintoxicarse de radicales libres, de emociones negativas, de pasados
conflictivos, de personas que la desestabilizan.
Dejar ir el
sufrimiento
Decirle adiós al sufrimiento
puede que sea una tarea complicada pero a veces es importante parar y
restablecer nuestras prioridades. Por eso debemos plantearnos escapar de las
emociones dolorosas, aquellas que no son sanas y que nos atormentan, que nos
impiden evolucionar.
Como en su día dijo
Epícteto, “lo que nos perturba no son los hechos, sino lo que pensamos sobre
ellos”. Por eso importante que sepamos identificar, expresar y valorar nuestras
emociones de manera estratégica. Veámoslo a continuación:
1. Expresando nuestros
sentimientos y emociones
Como se suele decir, a veces
no necesitamos que una mente brillante nos hable, sino que un corazón paciente
nos escuche. Nuestras emociones nacen para ser experimentadas, por lo que
retenerlas por miedo solo consigue enturbiar nuestra realidad.Por ejemplo, si
acumulamos tristeza podemos facilitar la aparición de la depresión.
2. Analizando las
creencias que sostienen a las emociones dolorosas
Es natural que nos
preocupemos por rendir en los estudios pero no podemos terribilizar nuestros
errores, pues así solo alimentaremos malos sentimientos. O sea, que no hay peor
tormenta que la que uno se forma en la cabeza.
No es igual pensar que “es
terrible que nuestro hijo se haya ido de casa” que creer que “aunque nos pone
tristes que se haya marchado, es normal que lo haya hecho”. Esto último
favorecerá la aparición de la ansiedad y de la depresión.
Este
mismo razonamiento lo podemos amoldar a diversas emociones. De esta manera,
tenemos que pelear por evitar la vergüenza, pero no la decepción, por eliminar
la culpa, pero no el remordimiento, y por deshacernos de la ira, pero no del
enfado.
3. Transformando,
liberando y depurando esos sentimientos y emociones
Analizar nuestras emociones
y sentimientos no es suficiente, debemos explorar qué es lo que se esconde tras
ellas. Esta es la única manera de liberarnos. Puede que sea inevitable que
permanezca una parte de “insana” en nuestras emociones y pensamientos, pero lo
que tenemos que tener claro es que no debemos alimentarlo.
No dejes ir a las
personas que hacen bonito tu mundo
No dejes ir a aquellas
personas que hacen lindo tu mundo, deja marchar a las que lo anulan. Conserva
en tu vida todo aquello que te ayude y aquello que te haga mejor persona.
Sufrir,
aguantar y sacrificar tu vida no te valida como ser humano ni te hace mejor,
solo te atormenta y te merma. Rodearse de personas negativas consigue oscurecer
todo aquello que brilla en nosotros.
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