Quien bien te quiere no
osará poner alambradas a tus horizontes. Ni te dirá aquello de “tú no puedes,
tú no sabes o tú no mereces”. Quien te aprecia de verdad te hará creer en ti.
Pondrá alas a tus sueños, magia en tus bolsillos y alimentará tus días grises
con ilusiones renovadas para recordarte todo de lo que eres capaz.
Somos conscientes de que uno
de los valores más importantes para alcanzar la ansiada plenitud psicológica es
el ser capaces de creer en nosotros mismos. Sin embargo, nadie puede hacer
germinar una hermosa flor si la semilla aún no ha echado raíces. Si ya en la
infancia nos inculcaron, por ejemplo, la idea de que somos torpes o poco
hábiles entonces, ese crecimiento no será armónico: lo que germinará serán
nuestras creencias limitantes.
“Un amigo verdadero es aquel
que cree en ti aunque tú hayas dejado de creer en ti mismo”
En gran parte de la vasta
literatura de autoayuda de la que disponemos en la actualidad sobre el
desarrollo de la autoconfianza, hay un dato que a menudo no se tiene en cuenta.
Se nos alienta a creer en nosotros a pesar de las dificultades, a pesar de las
voces antagonistas, de los vetadores de autoestima. Sin embargo, para dar ese
salto de fortaleza, primero, es
necesario hacer un minucioso viaje interior para el cual, no siempre estamos
preparados.
Para creer en nosotros
mismos hay que desactivar primero muchos terrenos minados creados no solo en la
infancia. A lo largo de nuestra vida como estudiantes o incluso en nuestras
relaciones afectivas, hemos vivido dinámicas frustrantes que pueden haber
afectado en profundidad a nuestro autoconcepto, a nuestra autoestima.
La dificultad de creer en ti
cuando determinadas “figuras de poder” no lo hacen
Empezaremos describiendo a
qué nos referimos con”figuras de poder”. En el libro “Descubrir tu pasión” del
educador Sir Ken Robinson, nos habla de un caso muy especial, el de Gillian.
Esta niña de ocho años era el claro ejemplo del fracaso escolar. Sus padres e
incluso sus profesores no apostaban demasiado por su futuro. Era demasiado
lenta, demasiado irresponsable, distraída, desconectada por completo del mundo.
Su vida hubiera estado
destinada al más completo fracaso. Eran los años 30. No obstante, todo cambió
cuando un psicólogo decidió hacerle unas pruebas para descubrir algo curioso:
la niña era muy receptiva a la música. La dejó sola en el aula y se dio cuenta
de que la pequeña necesitaba “bailar para pensar”. Gillian llevaba una
bailarina dentro. Tanto es así, que Gillian Lynne es una de las bailarinas más
importantes de nuestra historia.
Las figuras de poder son
quienes en un momento dado, tienen en sus manos la posibilidad de colocar o no
los cimientos de nuestra autoestima y seguridad personal.
Una buena madre, un buen
padre, harán creer a su hijo que es capaz de hacer lo que se proponga, que
merece cumplir sus sueños y que es tan digno como cualquier otra persona para
lograrlo. No obstante, esto no servirá de mucho si cuando ese niño llega al mundo
escolar, otra figura de autoridad como es un maestro e incluso el propio
sistema educativo, en lugar de alentarlo y guiarlo, se limita a hacerle creer
que no “es apto”. Que sacar un “4” convierte a ese niño en poco más que un
marginado para la vida.
Gracias por creer en mí
Son muchas las personas
que han vivido durante cierto tiempo
“programadas” negativamente a través de ese condicionamiento emocional ejercido
por sus padres, compañeros de trabajo e incluso por sus parejas. Estas creencias
limitantes se instalan en nuestro cerebro a modo de “troyano”, reformulando
ideas, borrando anhelos, esperanzas, cortando sueños e instalando miedos e
inseguridades.
Muchos psicólogos hablan de
la necesidad de volver “a la fuente”. A retirar una a una, todas las capas, las
costras y cicatrices mal cerradas para hallar a esa figura que osó tener más
poder que nosotros en un momento dado, para hacernos creer que no éramos
válidos. Que no merecíamos llevar las riendas de nuestra felicidad. Porque a
veces, la manida fórmula de “voy a decirme cuánto valgo y cuánto me quiero para
que cambie mi percepción” no siempre funciona.
pareja en oficina donde uno
lo invita a creer en sí mismo
Ese viaje interior hacia la
sanación siempre será adecuado. Debemos “quitar autoridad” a ese profesor que
nos dijo que nunca llegaríamos a nada. A ese padre que nos repetía casi a cada
instante “mira que eres torpe” o a esa pareja, empeñada siempre en resaltar
nuestros fallos para realzar sus virtudes.
Asimismo, además de este
delicado proceso donde derribar una por una nuestras creencias limitantes, es
vital rodearnos de personas valiosas. Pocas cosas pueden ser más reconfortantes
que contar con alguien que cree en uno mismo aún cuando nosotros hemos dejado
de hacerlo. Alguien que pone firmezas a nuestras dudas, aliento a nuestras
esperanzas y coraje a nuestras ramas secas.
Si ya cuentas con una o
varias personas de esta raza tan especial, no dudes en darles las gracias de
vez en cuando. “Gracias por creer en mí”.
Este articulo fue realizado gracias a lamenteesmaravillosa. Si deseas seguir leyendo artículos de tu interés sigue explorando el sitio.
Comentarios
Publicar un comentario