¿Por qué sentimos cosquillas y Por qué No podemos sentir el mismo efecto cuando lo hacemos nosotros mismos?
Cosquillas pueden que te
incomoden pero siempre te hacen reír, aunque lo que más nos agrada
es hacérselas a los demás. Sin embargo, ¿Tienen las
cosquillas alguna finalidad en concreto? Desde luego: sirven para
unir lazos sociales, para crear vínculos.
Nadie hace cosquillas a un desconocido, de hecho tampoco encontramos
placer haciéndonos cosquillas a nosotros mismos.
PEXELS |
Los padres y las madres
adoran hacer cosquillas a sus hijos porque al instante estallan las risas Y esos cuerpos que se
retuercen intentando escapar y riendo a la vez
En ese acto sencillo
segregamos oxitócica, la hormona de cariño además de dopamina y endorfinas. Las cosquillas son casi como
una caricia, un abrazo! Un comportamiento que también practican otros seres
vivos .
Así que cuéntanos: ¿ a quién
vas a hacerle cosquillas hoy?
¿Por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros
mismos?
Ser capaces de diferenciar entre nuestros movimientos y
las acciones de otra gente es una parte básica de nuestra conciencia sobre
nosotros mismos y de nuestros actos, aspectos de la psiquis que ni los más
sofisticados robots pueden replicar.
Al examinar estos rasgos, son necesarios ejemplos que se
puedan replicar en el laboratorio.
"Las cosquillas son un buen ejemplo por el contraste
tan obvio entre los mismos actos si los realiza otro o nosotros mismos",
dice Jennifer Windt, de la Universidad alemana Johannes Gutenberg, de Maguncia.
Máquina para hacerse cosquillas
Sarah-Jayne Blakemore, del University College de Londres,
fue una de las primeras en investigar cómo el cerebro toma estas decisiones tan
rápidas sobre uno mismo y los demás.
La investigadora escaneó el cerebro de un grupo de
personas a las que les hacía cosquillas en las manos y también cuando ellos
mismos trataban de hacerlo.
Sarah-Jayne Blakemore escaneó el cerebro de un grupo de
personas a las que les hacía cosquillas en las manos y también cuando ellos
mismos trataban de hacerlo.
Blakemore concluyó que cuando movemos nuestras
extremidades, el cerebelo produce predicciones precisas de los movimientos de
nuestro cuerpo, y luego envía una segunda señal que extingue la actividad de la
corteza somatosensorial, donde se procesan las sensaciones táctiles.
El resultado es que cuando nos hacemos cosquillas a
nosotros mismos, no sentimos las sensaciones con la misma intensidad que si nos
las hace otra persona.
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