En
muchas ocasiones hemos llorado sin ser plenamente conscientes de que la vida
nos estaba haciendo un favor. Hay situaciones que en su
momento nos desbordaron, que generaron una tristeza o una rabia profunda o que
incluso hicieron que nos cuestionáramos el sentido de todo. Sin embargo, tiempo
después, al verlas con perspectiva, nos damos cuenta de que esas situaciones
nos hicieron más fuertes, nos dieron una enseñanza, nos convirtieron en mejores
personas o, al menos, en personas más sensibles.
En este sentido, Albert
Einstein solía decir que si algo agradecía en la vida, era a todas aquellas
personas que le habían dicho “no”. Sigmund Freud afirmó que había sido un
hombre afortunado porque en la vida nada le había sido fácil. Las grandes
personalidades comparten una característica: se niegan a ser una marioneta en
manos del destino, son conscientes de que los problemas y los contratiempos son
oportunidades para crecer.
De hecho, Thomas A. Edison
afirmó: “No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de como no hacer una bombilla”.
Para los genios, cada error, cada negativa o cada “fracaso” se convierte en una
especie de combustible que alimenta su perseverancia. Eso no significa que no
les duela, pero deciden usar ese dolor como aliciente para seguir adelante.
Las grandes personalidades
de la historia, así como muchísimas personas anónimas que han sabido cultivar
la resiliencia, son conscientes de que todos los males no vienen para hacer
daño y saben que, aunque en un primer momento no puedan comprender su
significado o la lección que encierran, esa situación les permitirá crecer.
A veces es solo cuestión
de cambiar la perspectiva
Solemos pensar que toda
pérdida, contratiempo o desilusión es un mal que nos hace daño. Eso se debe a
que nos centramos en lo negativo y no somos capaces de analizar la situación desde
una perspectiva más amplia.
De hecho, cuando nos
encontramos en una situación así, podemos pensar en la metáfora del tapiz. Es
decir, todo tapiz tiene dos caras, si nos limitamos a mirar desde abajo solo
veremos una maraña de hilos, no podremos encontrar el sentido ni descifrar el
dibujo. El problema es que estamos mirando desde la perspectiva equivocada, una
perspectiva que puede llevar a sacar conclusiones erróneas que alimenten un
sufrimiento inútil. Sin embargo, si somos capaces de dar la vuelta y mirar el
tapiz por delante, no solo podremos descifrar el sentido sino que incluso es
probable que nos maravillemos con la belleza del dibujo.
Nuestra mente funciona de
manera bastante parecida. De hecho, tenemos una especie de fijación con la
búsqueda del significado. Cuando no logramos encajar una situación en la
historia de nuestra vida, es como si se quedara atascada, se convierte en un
disco rayado que escuchamos una y otra vez.
De hecho, un estudio llevado
a cabo en la Universidad de Harvard ha descubierto cómo las huellas dolorosas
se quedan grabadas en el cerebro. Estos psicólogos hicieron que las personas
que habían sufrido un trauma escucharan una descripción de lo sucedido.
Mientras tanto, escaneaban sus cerebros. Así apreciaron que cuando las personas
revivían las experiencias dolorosas, se activaban partes del cerebro como la
amígdala, el núcleo del miedo, y el córtex visual, pero se desactivaba el área
de Broca, la zona responsable del lenguaje.
Esto significa que cuando
las personas experimentan un trauma, lo reviven como si fuera una situación
real, a menos hasta que logren encontrarle un significado e integrarlo en sus
experiencias de vida. Para lograrlo, en muchas ocasiones basta cambiar la
perspectiva, mirar desde otro ángulo, a ser posible más constructivo.
El sufrimiento útil
El hecho de que determinadas
situaciones puedan ayudarnos a crecer, a ser más resilientes y a convertirnos
en mejores personas no significa que no duelan y que no causen sufrimiento. Sin
embargo, es importante distinguir entre el sufrimiento útil y el inútil.
El sufrimiento inútil nos
mantiene atascados, nos convierte en sus prisioneros y no nos permite fluir con
el curso natural de la vida. Este sufrimiento no tiene un poder sanador sino
todo lo contrario, alimenta la tristeza, el odio y el resentimiento.
Al contrario, el sufrimiento
útil es aquel que nos renueva, que nos permite liberarnos de la rabia, la
tristeza y la indignación. El sufrimiento útil es como un río que fluye, de
forma natural y que, al final, desemboca en una lección, en un aprendizaje.
El sufrimiento útil nos
permite recorrer el camino de la adversidad y llegar fortalecidos a nuestro
destino. Este tipo de sufrimiento nos rompe en mil pedazos para volver a
recomponernos, devolviéndonos una versión más sensible y a la vez más fuerte de
nosotros mismos.
Un ejemplo llega de la mano
de un estudio llevado a cabo por un grupo de investigadores de la Universidad
de California, quienes comprobaron que podemos aprovechar la adversidad para
crecer y realizar cambios trascendentales en nuestra vida. Estos psicólogos
encuestaron a 209 mujeres diagnosticadas con cáncer de mama y descubrieron que
el 60% de ellas consideraba que las transformaciones que habían experimentado a
lo largo de la enfermedad eran positivas ya que habían aprendido a ver la vida
desde un ángulo más positivo y a disfrutar más de ella.
Es lógico que nadie quiere
enfermar, nadie quiere sufrir una pérdida o vivir un duro fracaso, pero está en
nuestras manos aprovechar esa situación para aprender y crecer o, al contrario,
sumirnos en un mar de quejas y lamentaciones que no nos conduce a ninguna
parte.
Después del sufrimiento
llega la oportunidad
En la mayoría de las
ocasiones resulta difícil vislumbrar la oportunidad de crecimiento en los
reveses. Por eso es necesario mantenerse atentos y conservar la idea de que
todos los males no llegan para hacer daño. Hay males “necesarios” que encierran
lecciones de vida. Desaprovecharlas sería un verdadero pecado.
Por tanto, recuerda que a
veces la vida no te dice “no” sino tan solo “espera”, que a veces las mejores
oportunidades llegan disfrazadas de contratiempos, que a veces ese problema es
una ocasión para cambiar el rumbo. Por eso, la próxima vez que cometas un
error, sufras una pérdida o tengas un revés, pregúntate qué lección puedes
aprender. Es un cambio de perspectiva que vale la pena.
Fuente: el post completo y original lo puedes consultar en rinconpsicologia
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