Uno, de joven, idealiza el amor pensando en que su
pareja le amará incondicionalmente. Con el tiempo la vida te va enseñando que
el amor es quizás más bien un pacto, una negociación afectiva de convivencia.
El amor parece un perro pero es un gato. – Rafa Pon
Sin duda una de las
definiciones del amor más cercanas a la realidad, quizás no la más romántica
pero la que encierra una verdad que solo podemos apreciar a medida que la vida
transcurre y nos damos cuenta de que las idealizaciones de esa novela de amor,
no resultan más que un desconocimiento de lo que ciertamente puede ser una
relación amorosa.
Para validar la analogía
tomemos en consideración los rasgos característicos de los perros, que nos aman
sin poner condiciones, que nos quieren de cualquier manera, malhumorados, gordos,
flacos, amorosos o un poco distantes, que nos quieren tener cerca y valoran
cada minuto de nuestra compañía, donde siempre seremos su prioridad y serán fieles
hasta el fin de sus días.
Por otra parte resaltemos
los rasgos característicos de la personalidad del gato, que sabemos que nos
ama, pero que no somos imprescindibles para ellos, que son independientes, que
puede que ni siquiera nos prefieran cerca, que demuestran su amor de manera
sutil, sin aspaviento e inclusive un día pueden marcharse de manera voluntaria
y continuar con sus vidas.
Luego, vemos cómo en nuestra
mente, a medida que transcurre el tiempo, vamos dejando atrás las expectativas
que teníamos del amor y lo vamos viendo de una manera más práctica, que no
significa que sea mejor o peor que la que llevábamos, pero que ciertamente nos
deja una frustración menor cuando entablamos una relación, que nos hace mirar
con los ojos del corazón, pero también de la experiencia, ésa que nos permite
apreciar cosas sencillas, amar en el presente, no tener miedo a perder aquello
que creemos nuestro y decir no cuando nos desviamos de lo que buscamos.
Podemos ciertamente
quedarnos enganchados a esa idea del amor sin condiciones, en dar sin esperar
recibir, en entenderlo todo, en saber perdonar, en hacer del otro una parte
nuestra, más allá del espacio que ocupe en nuestro corazón, pero el punto de
entendimiento lo alcanzaremos cuando prefiramos amar desde la independencia,
por preferencias, sin invadir espacios y acordando con el otro lo necesario
para que el engranaje funcione y se mantenga.
Solo el que ama de manera
desapegada sabe realmente amar y disfrutar de ese amor, no siente necesidades,
ni busca rellenar espacios que cree vacíos, se siente completo y desde ese
punto es capaz de relacionarse con otra persona en igualdad de plenitud y
sencillamente compartir la dicha de transitar el camino juntos.
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